Cesantía (tercer lugar concurso literario 2021, categoría narrativa)

Cuando abrió los ojos, ya había pasado lo peor. Se quedó acostado media hora mirando el techo. No se molestó en cerrar la cortina y tapar los rayos de sol que lo molestaban. Había pensado en todo y no quedaba más que recordar las cosas que pasaron. 

Se fijó que el techo tenía formas. La madera proyectaba la cara de un perro, un rinoceronte y una iguana. Pensó que estaba acostado en una balsa, flotando a la deriva de algo imaginario. Se quedó pegado en la sensación buscando figuras de animales. 

Para volver a comenzar su vida le bastaba sacarse las sábanas y levantarse, siguió en la misma posición. Cerró los ojos y se volvió a quedar dormido, lo despertó el ruido de un taladro.

Salió de la cama, se bañó, desayunó, se lavó los dientes y prendió el computador. Se dio vueltas caminando por el pasillo del departamento dos veces antes de sentarse frente a la pantalla. Se demoró veinte minutos en abrir su curriculum, cuando se dio cuenta, eran las doce treinta y cinco.

Salió a comprar el almuerzo. Caminó por la vereda repasando los departamentos que cubrían la calle. Sentía el viento otoñal que movía las hojas, y antes de llegar a la tienda, se fue a sentar en una banca de madera que apenas existía con dos palos como asiento.

Miró los árboles, las palomas comiendo pan, un edificio de catorce pisos al lado de unas casas pareadas. Era el lugar por el que había pasado tanto tiempo, cuando esos edificios recién aparecieron, cuando la banca en donde estaba todavía tenía todos los palos, cuando él todavía no pensaba como lo hacía ahora.

Cerró los ojos sintiéndose el viento que botaba las hojas, y las hojas que se caían de los árboles y se movían lejos. Tuvo un pensamiento, algo fugaz que quedó en un lapso de segundos, algo que pensó que olvidaría después de un rato.

Compró un pollo con papas fritas y se devolvió por la misma ruta. Mientras caminaba debajo de los edificios, volvió a tener el pensamiento. Se imaginó en eso y sonrió hasta cuando sacó las llaves para entrar.

Mientras repasaba las papas en el kétchup, volvió a tener el pensamiento que cada vez cobraba más sentido. En un momento se hizo tan real que llegó a sentir el viento aun estando con las ventanas cerradas. 

Se fue al balcón a fumar mientras miraba los autos. Se fumó tres mientras miraba el teclado, intentando tomar el impulso para escribir.

Finalmente agarró el impulso que le dieron las ganas de ir al baño y se sentó frente al computador. Abrió la plantilla del curriculum y se quedó pensando que podía cambiar. Volvió el pensamiento, sintió una calma que se apoderaba de él. 

Se había pausado en un paisaje. No sabía si lo recordaba o si estaba porque estuvo ahí alguna vez.  Sintió el impulso de comprar el primer pasaje en bus a Punta Arenas. No había más que pensar.