El laberinto y la cabaña

En el laberinto corrían criaturas extrañas. A un costado, una cabaña en la que un anciano y un elfo platicaban sobre la vida. Podían escuchar cuando un viajero entraba a ese enigma en el que tantos habían perdido. Los atrapados no sabían que poco a poco se convertirían en los verdugos de los nuevos exploradores. Un día, un centauro entró con la esperanza de rescatar a su amada, quien hace años que convivía convertida en una bestia horripilante con los demás prisioneros. Caminó por horas. Comenzó a oír susurros. Sentía que perdía el equilibrio, cuando de repente una especie de águila con cabeza de pez lo detuvo. Estaba sorprendido. La bestia, aun en su singularidad, parecía sufrir. Sin esperarlo, los demás monstruos aparecieron. Algunos de ellos ya llevaban bastante tiempo invisibles a los ojos del centauro. Él miró fijamente la mezcla de su cuerpo, para darse cuenta de que era tan especial como aquellas criaturas, las cuales en su insistencia por resolver el acertijo, habían olvidado que poseían la habilidad de volar y saltar de manera espectacular. Solo necesitaban ver a alguien semejante, para tomar consciencia de que perderse los había beneficiado con cualidades que ellos desconocían. Salieron del laberinto con su propia llave, creando una puerta personal y única. El centauro entendió muchas cosas ese día. Mientras el anciano y el elfo jugaban cartas en la comodidad de la cabaña.

Sobre el autor:

Procoro Augusto López Huerta (Ciudad de México, 1994) ha sido profesor de comunicación en el Colegio de Educación Profesional Técnica (CONALEP). Impartió durante dos semestres el taller de lectura, redacción e iniciación a la investigación documental en el CCH Azcapotzalco (UNAM). Su última experiencia como maestro tuvo lugar en el Colegio Israelita de México ORT dando cátedra de español y literatura. Actualmente busca darse a conocer por medio del relato corto.