Reseña Persuasión

Persuasión es una novela sobre la espera. Eso decía Sandra Bullock encarnando a Kate en La Casa del Lago, una película que estuvo muy de moda en el 2006 y que hizo de la intertextualidad con la obra de Austen el soporte de la trama amorosa.

Persuasión es la novela póstuma de Jane Austen y como toda novela póstuma esconde entre sus páginas los vestigios finales de una prosa incandescente que siguió continuamente el impulso de retratar la propia época de Austen, aquella del siglo XIX en que las historias de mujeres se mantenían bajo candados, acaso cubiertos con morteros y tinta.

La novela sigue la historia de Anne, una mujer que se enfrenta a las segundas oportunidades amorosas y, como cualquier experiencia del amor, encuentra refugio en la espera. En esa espera del siglo XIX en que los convencionalismos, la supresión de la subjetividad y los intereses económicos, van a marcar cualquier experiencia interpersonal. La prosa de Austen en persuasión es calmada; la novela es un respiro en toda su obra para la emocionalidad desbocada que encontramos en Orgullo y Prejuicio, su –quizás– más famosa obra.

Lo que parece recurrente en Austen es el amor y el tiempo histórico, el enfrentamiento entre los deseos individuales, entonces, y los deberes –siempre obligatorios– de la sociedad. Acaso Persuasión desafía su prosa misma al desestabilizar el amor como tópico resumiéndolo al preámbulo de la vida femenina y sus imposibilidades absolutas. Austen no escribía novelas románticas, escribía novelas sobre la consciencia feminista y la desactivación de un canon predominantemente masculino. Sus protagonistas son frescas, sus escenas son cotidianas, y su pulso rehuye de cualquier presuposición sobre la narrativa. Quizás por lo anterior las obras de Austen están más vivas hoy que en su propio tiempo. El juego con las metáforas, la inclusión de alegorías constantes entre lo que ocurre a nivel externo e interno tanto en planos estructurales del relato como funcionales de la historia, son algo que hace de la prosa de Austen una orgánica y, actualmente, contingente. Austen no sólo se adelantó a abordar los problemas de la vida íntima –incluso cuando no fue la primera ni la última autora en hacerlo–, sino que también lo hizo al abordar problemas con los que nos identificamos constantemente en una búsqueda historicista de leer la vida de mujeres, desde mujeres, en el afán por encontrar centralidad a la historia (his-toria en inglés, que significa él-historia y quizás en su caso sería más apropiado hablar de her-story).

El foco de Austen, el foco de su pluma, se reúne en Persuasión para dar un puntapié final a la historia que decidió contar y también, la historia que tuvo –y no decidió– vivir. La reedición del trabajo de Austen sólo puede llevarnos a un lugar: la necesidad de escuchar su voz como una guía del no hacer. Austen, en su propia época, no fue escuchada. Sus obras no fueron publicadas. Su prosa no fue recepcionada. Y aunque podría haberse rendido y entregado a los valores patriarcales de su tiempo, para salvar acaso su destino como escritora y mujer que no vivió los lujos de un matrimonio arreglado –como el que le propuso Harris Biggs y al cual se negó– no lo hizo. Quizás, podríamos leer Persuasión, como una resolución de la vida misma de Austen. Quizás, podríamos abordar su obra, como una declaración propia de los valores que deberían primar en la toma de decisiones de cualquier vida: el interés individual. Pero no cualquier interés individual, sino el interés femenino, que por razones que entendemos hoy desde la teoría y movimiento feminista, es siempre colectivo.

Así, Austen nos susurraba en su tiempo y hoy nos grita. Nos grita porque le hemos extendido megáfonos a su voz como una que se resistió al paso del tiempo y el desdén de los varones. Austen es un puente hacia la interioridad femenina en la cual podemos rasgar los problemas más amplios y vitales de la sociedad.

“Nosotras no nos olvidamos tan pronto de ustedes como ustedes se olvidan de nosotras. Quizás sea este nuestro destino y no un mérito de nuestra parte. No podemos evitarlo”

La cita anterior se hace cargo de la conversión que hace Austen del amor como recurso literario y no tópico para llegar al punto central de los problemas sociales. Esa es Jane Austen y también no lo es, pues son pocas las prosas –como la de ella– que se resisten tanto y, tan bien, a las metodologías canónicas de lectura.