Ahí estaba ―como siempre― el inmensurable horizonte difuso entre acordeón de azules y camanchaca. Sin fronteras, incorpóreo, vertiginoso, meciéndose en un vaivén hipnótico y cantando su canción que nunca calla. Esta vez, célebre y armonioso, arrullaba tiernamente al recién nacido ballenato nebuloso. Una docena de titánicas ballenasirrumpían en la cuna acuosa con su celebración de…