Testimonio

La anorexia es un fantasma que me ha acompañado durante toda mi vida. Al cumplir 4 años, hice una pregunta terrorífica e inocente: “Mamá, ¿estoy gorda?”. Siempre tuve indicios de estar obsesionada con mi cuerpo, el espejo era mi peor enemigo. Desde muy chica participé en distintas competencias de gimnasia artística, por lo que el mundo de las dietas siempre estuvo a mi alcance, además era muy competitiva y perfeccionista. Mis padres y familia siempre han estado presentes y me dan una cantidad inmensurable de amor. Viví en Chile hasta que cumplí 6 años, después continué mi vida junto a mi papá, mi mamá y mi hermano en Ecuador hasta septiembre de 2018 en que regresé a Santiago. Siempre se me hizo complicado adaptarme a nuevos lugares, por lo que el cambio fue sumamente difícil. A los 14 años por fin me estaba comenzando a acostumbrar y tuve mi primera relación con un niño un par de años mayor a mí, lastimosamente los frutos de esta relación fueron malos tratos y la detonación de mi trastorno alimentario. 

Mientras estaba vacacionando con mi familia, tuve mi primera pelea con este niño, donde se dijeron comentarios relacionados a mi autoestima. Al día siguiente solo comí medio durazno para el desayuno, un cuarto de mi plato del almuerzo y en la noche, agua. Me comencé a ejercitar mínimo siete horas al día y mi dieta no pasaba de las 500 calorías. Busqué toda la información posible por internet de dietas extremadamente restrictivas. Encontré los portales que me guiarían y fomentarían mi enfermedad. En estas páginas de internet aparecían las princesas Ana, para anorexia, y Mía, para bulimia, como figuras de autoridad para las comunidades anoréxica y bulímica. Estos blogs hablan de un sueño y un estilo de vida nuevo que promete la felicidad si logras bajar de peso. Hay una respectiva bienvenida, reglas y códigos para ser una princesa. Buscaba constantemente videos que me enseñaran a esconder mi comida, a controlar mi hambre y estaba constantemente recordándome que no era suficiente. Mi vida era un caos y lo que no podía controlar, lo lograba regular a través de la comida. 

Comer ya no era una necesidad biológica, me producía dolor, era un castigo. Mi familia estaba en constante sufrimiento. Intentaban cuidarme de todas las formas posibles, pero siempre encontraba una forma de purgar mi estómago o dejar de comer. Pensaba que era un estorbo para todos, dejé de socializar, e ir al colegio se convirtió en un martirio, por lo que el suicidio comenzó a ser una opción. Después de mi primer intento fallido decidí pedir ayuda a la psicóloga del colegio, quien habló con mis papás y me derivó a una especialista que se encargó de liderar mi recuperación. Ser una princesa dejó de ser mi prioridad y aprendí lo que era el amor propio. Dejé mi relación tóxica e hice nuevos amigos. La recuperación no es lineal y recaí un montón de veces. Logré una pseudo-estabilidad después de años de tener lapsus pequeños, donde dejaba de comer, como en el 2018 cuando volví a tener una mudanza de país, que me hizo caer en una depresión y anorexia profundas. Logré salir nuevamente a un estado parecido al que tendía estar, pues lucho todos los días con mis ganas de no comer, pero esta vez tenía una ventaja: ya no me sentía sola, pues todas las personas que conocía me apoyaban a distancia o presencialmente. Actualmente, sé que hay personas que me aman y lo más importante es que aprendí a amarme a mí misma. 

Con el tiempo conocí que no era la única que padecía anorexia, problemas de autoestima y bulimia. Mientras contaba mi historia, cada vez más niñas me confesaban que vivían experiencias parecidas, por lo que caí en cuenta que este no era un problema psicológico individual, sino social. Creé una página de Instagram, De Amor Propio, para concientizar sobre los trastornos alimenticios y las luchas intrínsecas que llevamos. La idea es contrarrestar los portales pro Ana y Mia, quitar los estereotipos que rodean a los trastornos alimenticios, luchar juntas y no individualmente. Es importante hacer notar la problemática e informar sobre los detonantes, los comentarios y desmentir los rumores. Mientras yo no ingería comida, mi anorexia se comía mi vida. Actualmente soy una de las tantas que luchan contra los estereotipos impuestos por la sociedad y pelea contra el tabú informacional que hay de los trastornos alimenticios. El amarse a uno mismo es una revolución y comienza por nosotros y nosotras mismas. Para ejercer un cambio, primero hay que cambiarse a uno mismo. Hoy puedo decir que tuve anorexia, que lucho contra ella todos los días y que soy feliz.