Boina, estrella y tierra

Tu uniforme violentaba mi espíritu

exigiendo la cabeza obediente

terminé flotando en otros términos

no lejos de tu firme regazo.

Sumergida la blanda miga

del molde que la cuadraba

prefirió verse amorfa,

crecer contra orillas etéreas.

Cuando tu bigote se destiño

también lo hizo tu recuerdo.

Ahora ya no te habitas.

Te arraigas lejos del mal ramificado

sin tocar tu semblante

vaciaste desbordando.

Insignias insignificantes.

La bandera cubre tiesa

paralizada de penas

de la nación huérfana.

Años desperdiciados

en envejecer y prosperar.

Silueta de carne ausente

descansa tus manos duras y sabias

sirvientes de la ciega patria

con torpe o blanda mirada

atesorada en la infancia

honrada en el alma.