Cuando me encadené en tribunales

Un día me pidieron de una agrupación amiga si podía yo estar en una actividad en los tribunales chilenos de justicia y yo dije; “sí, acepto”. Una ronca voz me dijo que nos llamarían por teléfono la noche anterior para ponerse de acuerdo y que nos íbamos a encadenar cuando nos dieran la orden (¿Encadenar a qué?, pensé yo).“Le avisaremos a la prensa” dijeron “vendrán en masa”. “La persona que tiene los candados los esperara en el Metro” (ahora me quedaba un poco más clara la cosa). Así es como en la calle Compañía nos encadenamos frente a los tribunales. 

Mi mamá me vio por la televisión, estaba almorzando y esperando que saliera. No pudieron ni comer de la emoción. Mi familia se lo tomó bien, ellos cacharon que estaba luchado por algo, que estaba bien, no se asustaron. En ese entonces, el Hospital Salvador solo tenía 33 cupos para los “enfermos”. En esos años (por la falta de medicamentos) las personas con VIH se morían como mosca y los pocos medicamentos se entregaban por sorteo (¡por sorteo!). Tenía que morirse uno para que le tocará al otro, parecía chiste. Entonces, Vivo Positivo junto a otras agrupaciones demandaron al Estado por más tratamientos, no nos podíamos seguir muriendo. La demanda fue en los tribunales chilenos de Justicia, del año 99, no estoy seguro, me llamaron porque yo trabajaba en Unidos por la Vida. Me sumé a la demanda al Estado, y la perdimos, por un artículo… El 4, tal vez, que dice que el Estado de Chile cubre la salud de todos los chilenos, ósea, no lo perdimos por eso, era nuestra carta de lucha, pero el estado decía que no había plata suficiente para todos.

 No dimensioné lo que significaba esta actividad, lo hice sin ninguna proyección. En general solo hago las actividades, solo tenía en mente que mi familia se enterase (¿Qué iban a decir?). Caminamos encadenados hasta tirarnos al suelo. Cuando llegamos a la calle, nos acostamos en el piso. Así, lentamente, el tráfico de detuvo (menos mal). Para mí fue eterno, pero deben haber sido no más de 10 o 15 minutos que Carabineros nos dejó ahí (“nos permitió”). De repente, en un momento un carabinero joven llega y me dice:

– ¿Querí prensa?

– Sí – le digo yo.

– Entonces grita – susurra.

– ¿Cómo? – respondo desconcertado.

– Yo te voy a decir cuándo y te arrastro, tú gritas para que te miren, porque si querí prensa, tení que gritar – habló mirándome a los ojos, era un buen cabro. 

Ahí me arrastró y yo grité (hay que tomar las oportunidades, dicen) al día siguiente salía mi cara en todos los medios. De las otras personas que se encadenaron, de algunos, lamentablemente, no me supe ni los nombres, yo me sumé no más, como también me sumé no más a la demanda. Yo le conté a mi familia, el día anterior, que no tenía cáncer, sino que tenía SIDA, porque sabía que iba a salir en todas partes al día siguiente, probablemente con nombre y apellido.

Aún no se popularizaba la palabra VIH, todo era SIDA, el cáncer rosa.

Nos juntamos en el metro, ósea afuera del metro, en la salida a Puente, no dijeron nada más, uno cacha, ahí éramos como 6 o 7, y dos tenían unas mochilas, igual pregunté qué tenían en las mochilas, como pa’ meter conversa, “Las cadenas y candados” me responde uno bien cortante (no pregunté más). Ahí llegamos caminando a la puerta principal, y nos paramos ahí, al frente, dos se encargaron de armar las cadenas y nos pasaron los candados pa’ amarrarnos bien. Para mi sorpresa, todos sabíamos lo que estábamos haciendo, nadie preguntó ni cuestionó. 

Alguien gritó una consigna (no recuerdo lo que dijo) y nos ordenó “¡Caminen a la calle y nos tiramos al piso!” (“será po” pensé.) Todos caminamos desde la puerta de Tribunales hasta la calle, donde había un jardincito. Se paró el tránsito, se paró todo. Nos llevaron detenidos a la 1° Comisaría, debo haber salido a eso de las cuatro, cinco de la tarde. Nadie te podía entrar a ver y cuando salí, fue increíble, había mucha gente en la vereda del frente de Santo Domingo esperando. Aparezco en la puerta y se ponen a aplaudir (eso fue súper impactante). Me acuerdo de la Bernardita Flores que me abrazó y me dijo “Te ganaste un Oscar, Jaimito”. De ahí seguir trabajando en la CORPO y la vida normal, todos los monitores esperándome. Solo me esperaban para darme un abrazo. 

Justo dos semanas después del suceso, llegó al Hospital pa’ seguir hinchando pa’ que nos den más tratamientos y me dice la enfermera, la Marcela creo que era, “Llegaron medicamentos para ti” y yo, que digo cosas sin pensar, le pregunté “¿Y a cuántos más le llegaron medicamentos?”. “Para ti no más, para que dejí de hueviar”. Y yo, aunque no me lo explico ahora, no los acepté y no me los dieron.

A las semanas, me contacté con una organización internacional de Estados Unidos y una de España, hice los trámites para irme a Estados Unidos, pero no sabía que allá no dejaban entrar a gente con VIH en esos años (¡Qué discriminación!). Entonces me fui a España, era el año ‘99 durante el mes de noviembre, y me dieron medicamentos hasta el 2005, la fundación LAMDA. Recién ahí me empezaron a dar medicamentos en Chile, ya se había ampliado la oferta. 

 Osvaldo Guzmán Núñez