El hombre-bazar

I

el silencio es el mismo que a dos voces se hace demasiado estridente
como para entender el grito la denuncia clave de este vano reportaje:

dos manos
tres ojos
el conteo no se distingue
unas piernas sueltas
las uñas todavía
pero ningún hombre

aunque a todas esas piezas desarticuladas ya se les dio vagamente un nombre


II

y en la tele-carne las caras parecen un poco de la misma // la lágrima del hombre
en cuatro esquinas hacia el centro ahoga a todos lo que la miran
no caer en la mejilla endurecida                    erguidas en la caída

no al observar su amistad irreconciliable con el suelo oblicuamente en el hueco
sino guardarse un poco más en la suave comodidad del párpado inmóvil
del que no mira y que no llora porque en el espacio vacío


V

el hombre triste que atiende el bazar y en las manos trémulas los años pasan
pero siempre antes sobre las cosas envueltas en los roces agrietados
pero sin rebalsar el tamaño de los cristales que no los contienen

cada cosa tiene su edad su límite secreto que no entiende
los puntos de la vida que se tocan y en la coagulación nos llenan de sangre

el hombre triste dentro de la transparencia opaca de los cristales
el hombre-bazar que a diario fluctúa entre los doce y los ochenta

caerse del auto de juguete para sentarse en el cobertor y mirar el zapato chueco
los bastones de espalda octogenaria, el autito de plástico siempre bajo la almohada

y los dedos que en un momento se enroscan y al otro se alisan y empequeñecen
hasta calzar con las manos que antes de mirarlas
sus medidas cambian según el peso que no mecen


VI

por esto el hombre-bazar tiene miedo
que en una de esas entregue el vuelto con la mano de niño se caiga a pedazos

la injuria de anteponerse al tiempo el miedo el temblor arrugado
de esos tobillos todavía suavemente doblados
hechos uno en la dupla que se deshace

como única inter-face entre los espacios encima de los lugares

el miedo porque la policía, sus personas la calle,          sus horas

siempre siempre siempre

se queda atento a descartar el desfase


VII

sobre todo el ajado cristal roto que refleja las diferentes caras del hombre-bazar
el espejo donde se marca todo a fuego si se cobija
                                                                                                              en las muletas de los hombres

cuerpos erguidos que chocan en cada intervalo con los brazos que sostienen
hombre con tantos brazos como cosas sobran en el vacío de los estantes

además / pareciera que entre los brazos se mece un diente / además

si lo pillan si lo encuentran no habrá pena a la cuál atenerse
                                                                                     les faltarán años
                                                                                              y un día
                                                            para mantener al hombre-bazar dentro
porque así de simple
el hombre-bazar no sabe mucho ni entiende la triste lógica del tiempo