En un mundo de florecientes microbios
una repulsiva fragancia
captura en los dedos
las secreciones deste insignificante
pedazo de tela:
a esta altura
la brisa ahoga la boca y seca la saliva
retrasa el escupo y succiona toda la lenwa
el enmudecido vértigo se registra y documenta
se hace huella se afiebra
Dactilitis
los poros de fierro oxidado
plasma el rostro de los años
quedando guardadas
las interferencias inconexas
la sinapsis de rabia
frustración & desconsuelo
se transpira
en esta insensible gota de miedo
que conservo en un cuervo cuero
río de verme sonriendo
la hambrienta caricia circular
intento calmar mis tripas
retorno a mi fetal tumba
ojalá me dejen dormir
un leve consejo
el zumbido de un zancudo
la vida útil de mis órganos
me refugio en una esperanza asmática
sobre la llegada
algún día
del ave de la serotonina.
Solo veo alambres de púas
El gallo que trae la mañana
trae consigo la sombra perdida
la deja apoyada en un sauce llorón
las raíces
las vertientes
las venas
se inflaman
El hecho:
de que aún pueda respirar un frío fuego
de que aún pueda llamarme, hasta interrogarme
es porque tengo hambre
Persigo la mancha
sigo la ruta
dejo mi ropa botada
Mis extremidades
se llenan de hormigas
transitan por la intuición del agua estancada
se acaba el azúcar
-ya pararme parece ser un macabro sueño de realidad virtuales complicado asujetarme los pantalones mientras chupo el cigarro vencido-
Los vértigos de lo que veo
no son más que fantasmas calmados
en una ceniza quemada
La mugre incrustada
en los inmortalizados pliegues
sostiene
las costuras deshilachadas
expande en la memoria
las grabaciones de todas las manchas
un cuesco palpitante se va aquietando
reduciendo
paralizando
cada vez que echa raíz,
cuando al fin
consigue diálogo con las aguas subterráneas
se endurece lo sensible
por la presencia de frío
la piel pierde color
toma un matiz
amarillo, azul, verde, violeta
caen 21 gramos
al estanque.
Sobre el autor:
Juan Pugga.