Colina 2

[Segundo lugar concurso literario 2023, categoría cuento]

El Cheo tiene 20 años y vive en la población “Futuro esplendor”, en Bajos de Mena. Cayó en cana hace un año, acusado de cometer un par de portonazos y por el asalto a mano armada a una farmacia Brand. Y por si acaso, ¿ustedes tienen una diminuta idea de lo que es vivir en Bajos de Mena? Para no fastidiarlos, les diré que aquel lugar en verano es un desolado páramo sin ni un puto árbol donde guarecerse cuando el sol te ensarta sus agujas en la nunca y las orejas. En invierno, bueno, aquello es una especie de gulag donde los cabros viven libremente su miseria, sin carceleros ni celdas pero con el barro inundando sus calcetines rotos, y hasta sus uñas negras.

El Cheo terminó el cuarto medio y aunque resulte inverosímil sus notas no eran malas, en especial en los ramos humanistas. El régimen aquí en Colina 2 es bastante severo y estricto, especialmente con los primerizos. Los gendarmes dicen que es así para que los cabros no se maleen con los caneros viejos. Si a alguien lo sorprenden robándose un pan, un jabón o un shampoo lo encierran un par de días en una gélida y maloliente celda de castigo y solo a pan y agua más encima. El Cheo afortunadamente está en el pabellón donde purgan sus condenas los que caen por primera vez, y así logra evitar el contacto con los más viejos y avezados, los que siempre buscan a cabros jóvenes para que sean sus sirvientes o pérkines y también en ocasiones para exigirles favoreces sexuales. Aquí en Colina existe una biblioteca y los que están inscritos y sacan libros permanentemente tienen derecho a cuatro horas en el patio y no solo a dos como el resto. Claro que los gendarmes están constantemente chequeando si realmente te dedicas a leer o si es puro cuento, si detectan que solo estas haciendo el show, te sacan del programa y te quedas con tus dos horitas de patio nomás.

¿Y qué leís Cheo? Me pregunta el Kevin, un cabro que también se mandó un portonazo. Estoy leyendo uno que se llama Madame Bovary, y trata sobre una mina francesa muy fina que le pone los cuernos al marido, pero esto ocurre en el siglo XVIII, entonces te podrás imaginar el medio escándalo que fue aquello. En eso suena un timbre agudo y estridente, ya son las seis, hora en que deben volver a sus celdas y prepararse para comer un poco de lentejas en un plato metálico o unos tallarines blancos con algo de ketchup.

El Cheo nunca antes había puesto los pies en una biblioteca y ahora se ha vuelto un poco adicto a ella, bueno más bien a los libros, ¿será por qué con un libro en las manos ya no se siente tan preso? Incluso cuando el libro es bueno, cree que vuela, que viaja o que recorre un viejo castillo, habitado por fantasmas.

Luego de tragarse el plato de lentejas, agarra la novela que sacó hoy de la biblioteca, la luz la apagan a las nueve en punto, así que quiere aprovechar el rato. El libro trata de un adolescente que pertenece a una familia de mucha alcurnia y gran fortuna, pero él es deforme, su aspecto es monstruoso y su padre todo poderoso le construyó una ciudadela dentro de su hacienda, la cual es habitada solo por monstruos y enanos deformes escapados de miserables circos. Así, el niño mimado llega a creer que en realidad su monstruosidad no tiene nada de raro y que al contrario es perfectamente normal, en medio de esa legión de esperpentos. También describe una gran casona, una especie de convento que hay dentro de la hacienda, el que es habitado solo por viejas decrépitas, monjas jubiladas y dementes que esconden paquetitos debajo de sus catres, los que contienen solo desperdicios. También hay numerosas piezas vacías, con las ventanas tapiadas o repletas de diarios viejos. La casa es una suerte de laberinto con numerosos e intrincados pasadizos y muchos patios vacíos habitados solo por lagartijas. La novela también se refiere a las máscaras, a las máscaras que todos usamos para sobrevivir, algunos ocupan un par, otros hasta una docena.

Comienza un nuevo día de encierro y mientras se tira un poco de agua en la cara para despertar, el sargento Gónzalez le grita por entre medio de los barrotes de su celda, ¡Cheo ven pa acá, que tengo noticias! Dígame, sargento, ¿qué pasa? Tu abogado te consiguió la libertad condicional, así que agarra tu mochilita y mete adentro tus pilchas luego weón. ¡Puta la meeedia noticiaa, no la puedo creeeer mi sargentoo! No me lo esperaba tan luego.

En seguida carga su mochila, solo tiene que tirar adentro un bluyín, dos camisas viejas, tres calzoncillos, algunos calcetines y su cepillo de dientes, la pasta y el jabón se los deja a los compañeros de celda. Cuando llega a la guardia de la prisión, donde debe mostrar el carnet para que le den la salida, el sargento Gonzalez se le acerca y le dice: toma ahí tenís una lukita pa la micro. Gracias mi sargento. Entonces el Cheo se acerca y le da un abrazo.

Ya está arriba del transantiago que lo conducirá a Puente Alto, y la libertad se siente muy bien. De repente se ve parado a la orilla del mar a la hora del crepúsculo, está contemplando las grandes olas que estallan a sus pies desnudos y siente la intensa y picante brisa marina en sus narices, con libertad todo se ve más brillante y luminoso, es como si te sacaran de un suácate un sombrío velo de los ojos. De pronto el Cheo inicia un soliloquio y se dice a sí mismo, puta que bien se respira aquí, afuera de la jaula, es como si el aire oliera diferente, mucho más perfumado, después de oler tanta mierta allá adentro. Pero en verdad, hay algo que creo que voy a extrañar de la cana, la biblioteca, porque de seguro no voy a tener ni uno pa comprar algunos libritos, pero me acuerdo de una entrevista que leí de Bolaño, y el compadre decía que robar libros no era ningún delito.