Tercer lugar concurso literario Grifo 2022, categoría cuento: «Intermodal La Cisterna» | Fabián Donoso

En el paradero 25 de la Gran Avenida se emplaza uno de los lugares más feos que conozco de la ciudad plebeya, triste y embrutecida que me habita. De sol a sol, de lunes a lunes, sus fauces expulsan el reflujo del extractivismo humano. Vómito cansado que corre por las venas de la urbe.

Entrar a la Intermodal es lo más parecido al infierno de Dante, pero en su versión Fruna. Desde la entrada a nivel de la calle, hasta el andén del metro, sus cinco pisos son los anillos que agrupan a los réprobos de la sociedad. Fuerzas productivas e improductivas que activan la mecánica de la precariedad. Parias cuya malnutrición alimenta a los brahmanes del Sanhattan. Allá, bien arriba, donde la arquitectura de la opulencia espejea los uniformes corporativos, el casco azul y la escoba.

El desierto de la supervivencia y su plusvalor de aburrimiento mantiene a los guardias y al personal del aseo como fantasmas de un pueblo abandonado por la belleza. Las horas se arrastran como la mopa húmeda que seca un escupo en la cerámica del piso. La mirada perdida en el desinfectante y el látex se sostiene por los zapatos punta de fierro que queman los pies. Las canas y la artritis son la garantía de seguridad que ofrece el pensionado con gorra y bastón retráctil que cuida la estación.

Rostros ambulantes que forman el mosaico humano de la América morena, pregonan sus mercancías. Paños con manufacturas chinas y sangre yanacona. La traición aloja en el inconsciente del sustento, que mancha las manos de la dignidad. La memoria de la tribu se duerme en los meandros del jornal y su tránsito pendular entre la abundancia y la carestía. Auto explotación con sabor a pollo asado con papas fritas, handroll o perros calientes venezolanos. Y con aroma a olvido.

El calor de la calle somete a su blanca ceguera a los ojos que van sobre la micro, rumbo a la Intermodal. Cabezas de pelo negro, manos callosas o curtidas por el cloro, la mascarilla como careta de la homogenización, voces en creole y en castellano; órganos del Caronte verde de fierro, petróleo y humo que navega los lodazales del Sur con destino al oasis de Oriente, donde las palmeras y los vitrales serán fecundados por la semilla del sudor de la periferia.

Migraciones intestinas de una ciudad desmesurada y decadente. Éxodo donde el mana es el agrio sabor de la tarjeta BIP. El tiempo se expande a la velocidad de los traslados de la casa al Metro. La lentitud clava sus pupilas ante el cansancio. La estación, cuál agujero negro de concreto, comprime los estratos de la temporalidad para tejer la trama subterránea que volverá a dilatarse ante el reloj control de la empresa. Y otra vez el trabajo. Y otra vez el agotamiento. Y otra vez marcar la salida. Y otra vez la cabeza que cae pesada de sueño. Y otra vez, la Estación Intermodal La Cisterna. Todos deben descender.