El amor en tiempos de encierro

Era la quinta semana de cuarentena en el país, ya no había series interesantes, libros importantes, recetas de cocina fallidas o sesiones falsamente interrumpidas de yoga.

Cada día era más difícil abrir los ojos al despertar, abrir los ojos para mirar, el desorden y mi reflejo en el espejo. El desorden que veo al mirarme al espejo. Pasaba el resto del día simulando que tenía asuntos pendientes. Amigos, familia y conocidos querían saber de mí. Tomaba el celular y respondía de mala gana “disculpa, tengo demasiado trabajo, ¿cómo estás? Cuídate. No salgas”. Como si realmente quisiera volver a retomar mi vida normal. Las horas transcurrían lentamente, cocinaba un poco, comía mucho y a veces escuchaba música. Escuchaba la peor música.

Por las noches solía recordar la historia que cuentan sobre el Ave Fénix. Este que muere y vuelve a renacer de forma constante. Yo moría diariamente, estaba muerta durante el día. Por las noches renacía. Medianoche para ser exacta era cuando recibía mi primer mensaje. Era Jun, la persona más extrañamente interesante que había conocido. Hablábamos durante horas y pese a que el clima estaba cambiando en Santiago, las noches eran más cálidas que nunca. Eran conversaciones en las que cualquier tema banal podía convertirse en un banquete filosófico.

Jun, como podría empezar a describir a Jun. Era una persona simple, amaba dibujar. Dibujaba todo tipo de cosas, había empezado desde que tenía memoria. Ocupaba lápiz, acuarela, sus dedos con pintura y hasta el computador. Olvidé mencionar lo mucho que ama los computadores, suele ayudarme a reparar el daño que tiene acumulado mi computador. También suele ayudarme a reparar el daño acumulado de otras cosas. Llevábamos 3 semanas hablando.

Su destreza en los computadores era inigualable, pero le gustaba quejumbrar en torno al trabajo pendiente que tenía. Un día le pedí a Jun un examen que tenía pendiente, quería poder serle de ayuda alguna vez. El examen era de la asignatura más difícil, la que más le ocasionaba problemas. Revisé el documento, con ganas de poner en práctica lo que sé y demostrárselo a Jun, pero no era su examen. Jun -le dije-, aquí dice Constanza, no me engañes por favor, a mis 22 años no existe cabida para más mentiras. Jun asintió, es mi examen -mencionó-, me llamo Constanza.

Constanza, 21 años, nacida bajo el sexo biológico de mujer. Mencionó jamás haberse sentido identificado como una chica. Casi sin poder respirar fui directo a observar sus fotos para darme cuenta de que había sido engañada. Sentí repulsión, miedo y tristeza. Algo crecía dentro de mí, era como dar a luz a una nueva yo.

El día en que Jun me confesó esto, pude darme cuenta de que en realidad no me había confesado nada. La verdad estaba ante mis ojos, Jun era un hombre. Era el hombre que me hacía renacer a medianoche. En ese momento pude dar cuenta de dos cosas. Primero, siempre he vivido en cuarentena, encerrando mis sentimientos con la esperanza de que no se vuelvan vulnerables ante el contagio del amor libre. Segundo, amaba a Jun, como nunca había amado a nadie.

Sobre la autora

Nombre: Constanza Faus Roa

Correo: [email protected]