En el hocico de la sombra

Hay algo de juventud, de inocencia interrumpida, en el poemario En la noche de filtraciones nadie dijo que amamos, de Mauro Lucero. Una juventud bien lograda, no se me ocurre otra forma de decirlo. Un progresismo no panfletario, una inclusión no forzada, un amor no romántico. El ascenso de una cosmovisión, si se quiere, renovada, atingente. Nos habla de una generación perdida, que tal como las vanguardias, apenas nace empieza a morir.

Hay algo de juego, una tensión con las estructuras, algo performático, incluso, que se mueve en los márgenes del lenguaje, que se relaciona incluso con los detalles de impresión. Y hay, también, algo que inquieta: la intimidad de las sensaciones, lo sensorial que se mezcla con el influjo nostálgico y acaso amnésico de la vida familiar. Sorteamos momentos estelares y secretos que dan cuenta de la individualidad más inexplorada, de esa que jamás comentamos, que apenas llegamos a vislumbrar en el otro.

Una mezcolanza de recuerdos deambulan por sus páginas, pedazos de imágenes, vestigios de un pasado que nada tiene que ver con lo arqueológico. Esta es una poética abatida, fusionada con los chilenismos más encantadores: “y hablo una sarta de leseras enredada con las otras voces / que también parecen tejer con el ruido de las patas / de los perros persiguiéndose en la noche / que se cierra que se cierra”.

La de Lucero es una poesía profundamente urbana, y, sin embargo, no deja de tener algo de bucólico. Como el campo insertado en la ciudad, como un jardín detrás de una pandereta de casa pareada, como el verde salpicado de gris. Tal vez sea porque se trata de una persecución en cámara lenta. Porque deja ver el deseo, la frustración, el cariño, la ira, la añoranza, la extrañeza, la distancia, el recuerdo, el dolor.

En una primera lectura, la noche puede parecer un mero escenario, pero es la verdadera protagonista. Más que espacio, tiempo y escena; más que personaje, un hecho en sí misma. La ausencia de luz. La ausencia de sentido. Aunque hay entre los versos noches comunes y corrientes, noches de desahogo, tristeza y algo más. Esas que no se recuerdan, que carecen de distinción, que sin embargo se adhieren a la narración y no la dejan seguir: “un cubículo de baño (recuerdo: tu nariz / se acerca a las rosas / te descuidas y pequeños brotes de sangre) / la coca casi puro aceite”.

Hay, en suma, algo torcido en este poemario, algo frustrado a cada paso del camino, como si de rastrear la verdad se tratara. A ratos, la voz del hablante destila esa exasperación, esa herida muda: “cada vez que intento decirte esto / algo se desvía?”. Otras veces, esa voz miente, engaña, rabea sola. Desea tanto que casi hiere. Con un apetito vampírico, persigue, se arrastra, insiste: “allá, donde vayas, si es que existes, voy”. A un paso de la violencia, la tortura, la sangre y el mordisco.

Ficha del libro:
En la noche de filtraciones nadie dijo que amamos. Mauro Lucero, Aparte, 2023, 65 pp.