En el principio fue el caos

[Número 3 – 2003]

Nada más iniciarse el nuevo milenio, se celebró al Sur del país el congreso neo-nazi, mismo que sus obcecados patrocinadores buscaban realizar en estas latitudes desde hacía años, para aunar criterios entre sus huestes y ponerse de acuerdo en la forma de canalizar sus odios futuros. El congreso favoreció muchísimo su causa y, con los primeros años de la nueva centuria, si ideario prendió de manera sorpresiva entre la población local, quizás por una cualidad mesiánica de Arcadio Sotomayor, el más tenaz y vociferante de sus lideres, que solía encandilar a las gentes desprevenidas de lugar con sus discursos exaltados. El tejido social de la muy exhausta República de Chile era, al parecer, un caldo de cultivo apropiado a las células de la vieja doctrina totalitaria, que se multiplicaron con rapidez en el organismo de la nación. Sotomayor y sus lugartenientes aportaron la escenografía, los rituales de siempre, algún desfile con antorchas por la principal artería capitalina, algún aporreo a los inmigrantes coreanos afincados en el país desde el siglo veinte, alguna hoguera con libros en las calles (de todas formas, los libros no conmovían demasiado a los lugareños a esas alturas), y un «putsh» equivalente al de Hitler en la cervecería muniquesa, que acabó con Sotomayor tras las rejas y lo transformó en improvisado mártir de su causa.

El auténtico punto de quiebre sobrevino, con todo, al promediar la centuria, cuando fue aprobada en el parlamento la nueva Ley de Restauración Cromosómica. El nuevo cuerpo legal dejó abierto el cauce al «perfeccionismo» genético de las generaciones por venir, una idea sumamente atractiva para las facciones conservadoras, que propiciaron a contar de allí la clonación oficial de viejos próceres de la historia patria. De hecho, en el años 2055 se obtuvo en el Banco Nacional Cromosómico una primera copia en versión adulta de O’Higgins, el líder de la independencia nacional, y el del ilustre Diego Portales, un estadista férreo e inconmovible, que había exacerbado en el XIX la arrogancia tan injustificada, pero contumaz, de los varios segmentos criollos.

Ninguno de los dos especímenes rindió, pese a todo, los frutos esperados. O´Higgins evidenció cierta propensión a la obesidad y murió al cabo de poco tiempo de una insuficiencia renal no prevista por lo médicos al manipular el ADN germinal. La copia de Portales dio, por su parte, muestras de cierta debilidad de carácter y de un evidente amaneramiento en su trato, a raíz de lo cual hubo de ser archivado, con una prensión vitalicia, en alguna dependencia menor del Ministerio de Salud.

Entonces ocurrió el milagro. La idea fue, una vez más, de Sotomayor -que ya era un anciano menos vociferante- y de sus partidarios. Alguno de ellos consiguió sin vacilar la autorización para exhumar los restos del «Tata», como aludían todo ellos, con filial devoción, al viejo y controvertido mandatorio que había sido retenido en Londres al despuntar el milenio, acusado de arbitrariedades múltiples. El propio Sotomayor financió con su fortuna personal el proceso de clonación, que resultó impecablemente y dio lugar a una copia fidedigna y muy precisa del modelo original, rotulada en los archivos del Banco Nacional Cromosómico con la clave SE-9749. Tan sólo hubo algunas correcciones de menor importancia en la copia, sugeridas por los médicos: una expresión de su rostro algo más benévola que la del modelo original, una mayor sutileza en el tono de voz y hasta un leve aumento de la capacidad craneana, que nunca le estaría de más, se dijo.

El resto es historia y está al alcance de cualquiera en las infotecas: el año 2070 fue elegida por tercera vez en la historia del país una coalición encabezada por el Partido Socialista Renovado, cuya idea de la utopía igualitaria pasaba ahora por nivelar genéticamente a todos los embriones a punto de nacer en el territorio nacional, sugerencia que provocó el escándalo comprensible de los sectores conservadores, partidarios -como siempre- de preservar el «sano desorden cromosómico» y el «darwinismo tradicional» de la nación. El debate creció en intensidad y derivó prontamente a la violencia. Sotomayor y sus tropas de asalto aportaron nuevamente el caos a todo el proceso: el río revuelto que desgastó poco a poco al último gobierno socialista renovado. La población sumó a todo ello su arraigada devoción por los entorchados, sus clamores en pro del orden y paz, y el 11 de septiembre del 2073, igual que había ocurrido un siglo antes, el espécimen clonado en el Banco Nacional Cromosómico bajo la clave SE-9749 (que había seguido rigurosamente los pasos de su antecesor genético y era, para entonces, Comandante en Jefe del Ejército) irrumpió con sus tropas vehementes en el Palacio de Gobierno, cuando la vieja edificación había sido ya irradiada por la mañana con neutrones y no quedaba entre sus muros silenciosos ni el menor rastro del gabinete ministerial o el Presidente socialista. Eso facilitó muchísimo, en los años por venir, la labor restauradora del nuevo régimen y sus consejeros.