La infancia es una instancia abrupta

Cuando era una niña pequeña,
se suponía que sería mandarina;
me transformé en pepita de limón

ácida entre las rodajas naranjas.

El hurto de mi niñez
por el hombre cuyo nombre quiero olvidar,
así como olvidé los logaritmos para la prueba de ayer,
pero que recuerdo como imanes atrayendo
mi cerebro con esa erre;

mi cuerpo sufre las consecuencias
de las memorias que apedrean los dientes de leche de una niña
y los expulsan, con la sangre chorreando de sus tristes encías.

Me como un toffee,
me trago el diente,
lloro;
qué hará ahora el ratoncito Pérez,
yo quería que mi diente se transformara en una perlita.

erre de responsable, erre de razones, erre de rastros,
erre de ridículo, erre de robo, erre de repugnante,
erre de ruido, erre de reclamo, erre de redacción.

Yo solía escapar de ellos,
solo huía,

buscando una razón suficientemente buena de por qué no me sentía atraída
encontraba unas tan, pero tan buenas en Internet que me las creí.

Lo entendí seis años después,
cuando lo conocí a él.

A los cinco años,
me preguntaron que quería ser cuando grande,
si quería ser mamá;
yo no sabía nada de ellos,
pero dije que no.

Yo solo quería ser una mujer grande y fuerte,
con un corazón infinito y cálido:
quería ser mi mamá.

Mi cumpleaños llegó con regalos
para jugar a ser mujer

como madre, dueña de casa, novia.

Recuerdo que me regalaron una guagua
con su mamadera, sus pañales, sus papillas.
Lo que no sabían es que yo nunca la cuidé;
se la entregué a las niñas más chicas de mi pasaje.

Quería esconderme y que no sintieran ese aroma,
intentaba sacarlo al bañarme en la tina;
me perfumaba con cáscara de mandarina
que pillaba en el suelo de la sala
del primero básico A.

Cuando comprendí que había estado en condena
siendo una niña pequeña,
la libertad llegó a mí y comencé a existir.

Nunca necesité lavar ni perfumar mi cuerpo,
porque la culpa no estaba en mí.
La pérdida de mi diente de leche fue tan abrupta
que lloré hasta los veintiún años por él.

La niña estaba llena de erres cuando llegó la tormenta;
corriendo por las veredas empapadas encontró la sopa de letras:

abuso, feminismo, sororidad, lucha.

Todo fue comprendido y nada tuvo sentido,
la ternura fue enrabiada,
la lucha siguió su camino,
las líneas fueron dichas:
yo también lo viví
siendo solo una niña.