Negro

Mi nombre es Ana Jiménez, tengo doce años y un amigo: Gabriel. A Gabriel le gustan los helados verdes de manzana-limón, y decir mentiras. A mí me divierte todo lo que sale por su boca, que es muchísimo. Como el ruido de su garganta va más rápido que su pensamiento, se ve obligado a inventar palabras. A veces tienen solo una letra, como “k” que se pronuncia “qqqq”. Solo un sonido, sin vocales. Lo que significa “k” es que nos hemos metido en un problema. El gesto de la boca en este caso es fundamental. Debe desplegarse hacia los lados y levemente hacia abajo como si se estuviera pronunciando una “e”. Los ojos, por su parte, no se mueven, no hay que pestañear.

Inventó también una palabra para definir algo que a mí me pasaba. Dijo que yo tenía “azulismo”. Ese día estaba callada porque se había perdido el Negro, mi perro, y no lo encontrábamos por ninguna parte. Después lo encontramos, pero seguramente volví a parecerle muda porque insistió en su definición. Ya no padecía “azulismo” sino que yo era “azulista”. Le pregunté si eso tenía o no que ver con el color azul. Por supuesto, me dijo. Es un exceso de azul. ¿Y el cielo?, pregunté yo. ¿Es azulista? No, dijo él, porque el cielo no es persona. Y además están las nubes, que le hacen cosquillas. Y la luna, que es como una mano fría en la frente de alguien con fiebre. Al cielo le suceden infinitas cosas, Ana. A nosotros solo nos ocurre la escuela.

No supe qué decir, pero le recomendé que escribiera todo aquello. Es mi amigo Gabriel. También tengo un perro. ¿Dije eso? Se llama Negro, aunque no tiene el pelo de ese color: es blanco con café, como mi jarro al desayuno, pero me gusta como suena su nombre porque me recuerda la noche, esa hora en que todos duermen y puedo pensar tranquila. Tampoco es que piense muchas cosas. Las cosas en las que pienso no tienen nombre, ni forma. No son cosas, son “pensamientos”, y no se pueden decir. Y como no son para decirlos entonces no se pueden compartir, por eso funciona pensar de noche, cuando estoy sola de personas. El Negro podría venir porque su forma de pensar es como la mía. Todo el tiempo él piensa así, no necesita de la noche. En la noche ladra, le ladra a la sombra del mundo. Es un fantasma el mundo en la noche del Negro, juega con él, a veces se enfurece y luego hace las paces porque está cansado.

Imagen: Sin título (2021), de Dominique González García, óleo sobre tela, 60 x 50 cm.