Respuesta al problema de Juan Luis Martínez

[Número 2 – 2003]

En Marzo se cumplieron diez años de la muerte de Juan Luis Martínez, tiempo en el cual su identidad se ha develando poco a poco, tomando una fuerte presencia en la poesía chilena. En vida -con mucho esfuerzo y poco reconocimiento- publico dos obras y dejo esbozada una tercera. Además, varios de sus poemas quedaron dando vuelta en diferentes antologías. Hace diez años también, Cristóbal Joannon se interesó en recopilar cada uno de estos poemas, junto con algunos inéditos y las pocas entrevistas que Martínez registró. Poemas del otro, se llama el resultado de esta exhaustiva antología, recientemente publicada por el sello de la Universidad Diego Portales.

Nacido en Valparaíso, el año 1942, Juan Luis Martínez fue hijo de padres más bien comprensivos, que no se opusieron mayormente a la taxativa decisión de no volver más al colegio, que tomó el niño después de haber tenido un altercado sin mucha importancia en séptimo básico. Empezó de esta manera la dulce ruta del aprendizaje autodidacta, que lo llevó intuitivamente por diversas áreas del conocimiento, haciendo un especial énfasis en las matemáticas, la filosofía y el arte.

En su juventud trató de reventar las posibilidades que le daba la vida, buscando algo sin tener muy claro qué era. Amante del riesgo y del vertigo de la velocidad, iba arrastrando por Concón y Viña su largo cabello rubio, arriba de una moto negra que no vela obstáculos ni limites. Tuvo suerte, mucha suerte, fue tan solo un accidente. Uno solo, que lo dejó varios meses en cama. Habia estrellado la moto contra el pavimento de la avenida Libertad. Un hecho fortuito en la carrera, un azar que se jugó a su favor. En esta larga y solitaria recuperación, debió recurrir inevitablemente a los libros, haciendo una profunda lectura de Huidobro y de Carroll. De ahora en adelante no se apartaria nunca más de la literatura. Acostumbrado al autoaprendizaje se transformó en un lector voraz. El paso siguiente fue la escritura.

Su primera publicación fue en una antología llamada Nueva poesía joven de Chile, hecha por el psiquiatra y bolerista español Martin Micharvega, en el año 1971. En esta edición aparecen diecisiete de sus aforismos, género que después abandonó para siempre, además de algunos fragmentos del libro que se estaba armando en su cabeza desde por lo menos 1964. Pequeña cosmogonía práctica, era el nombre original que tendría la obra que Juan Luis Martinez estaba preparando. Libro armado a base de citas, que configuran una exploración por las matemáticas del lenguaje y sus posibilidades, una red de imágenes y palabras, en la cual cada unidad pesa por la coherencia que adquiere al interactuar con las otras. Esto se lograria gracias a la exhaustiva dedicación de Martinez, que demoró más de ocho años en encontrar y elegir cada uno de los elementos que darian forma a los conceptos que ya habitaban su mente. Fue una larga búsqueda en la que nada quedó al azar, un constante juego de positivo negativo, de afirmación y negación, que lo llevó a incluir la página en blanco, la transparencia, una bandera chilena y múltiples dibujos e iconos tan emblemáticos como la cara de Marx o de Rimbaud, entre otros, que aparecen sorpresivamente al dar vuelta cada una de las páginas.

En el segundo semestre de 1972, los manuscritos de la primera versión de su libro por fin ya estaban listos. Su búsqueda (aparentemente) habia concluido y tenia en sus manos una obra monumental, casi inabordable para las editoriales chilenas. A pesar de esto, acudió a la Editorial Universitaria, y entregó sus proyecto al comité de asesores culturales de ésta, integrado por Pedro Lastra, Martin Cerda y Jorge Barros. Ellos recibieron con mucho agrado el trabajo de Martinez, y lo clasificaron como una obra magnifica, que debía ser publicada. Decisión que se confirmó en la reunión que dicho comité sostuvo con Eduardo Castro, gerente de la editorial. La noticia se le comunicó a Juan Luis mediante una carta que alababa significativamente su libro.

De esta experiencia surge la amistad entre Pedro Lastra y Martínez. La segunda vez que se encuentran Lastra recibe de las manos de Juan Luis una antología francesa de Jean Tardieu, autor al cual le había dedicado la primera sección de su libro, titulada «Respuestas a problemas de Jean Tardieu».

Lamentablemente el proyecto editorial quedó sólo en eso, un interesante proyecto, ya que antes de ser publicado ocurrió el golpe de estado y toda la dirección de la editorial se diluyó en nada, al igual que las decisiones que se habían tomado. El control ahora estaba en el gobierno militar, poder que solo permitiría publicar el libro de Martínez si éste le quitaba cuatro de sus páginas: «El poeta como súper man», «Marx y el eterno retorno», «La política» y «Epígrafe para un libro condenado». Esto significaba mutilar la obra que tanto tiempo le había costado hacer. Su mujer Eliana Rodríguez, eterna compañera e inspiradora, fue imperativa, «Tú no tienes porqué cortar tu obra».

Y así fue. Juan Luis rechazó la idea, pero sus manuscritos, por culpa de la burocracia politica y problemas con la editorial, quedaron estancados en las bodegas de Universitaria. Pasó el año 74, el 75 y recién el 76 recuperó el boceto para volver a trabajar sobre él. Años después recordaría con agrado todos estos disgustos, porque gracias a ellos pudo dedicarse nuevamente a su libro, corregirlo y agregarle nuevos elementos que enriquecerian lo que él deseaba expresar y, que antes, por problemas de gráfica, habría tenido que omitir. Tal es el caso de los anzuelos y de la hoja del poemario chino. En esta revisión, la Pequeño cosmogonía práctica cambia su nombre por otro en apariencia sencillo, La Nueva Novela. Digo en apariencia, porque este titulo se ha definido como inquietante y hay múltiples interpretaciones que siempre llevan como raiz la idea de lo nuevo. En «novela» también subyace el significado de nuevo. Llega a ser hasta una repetición de palabras. Quizás otro juego martiniano, quizás.

En el año en que estuvo completamente terminada, luego de todas las intervenciones que había hecho al original, tenia el problema de que ninguna editorial se quería hacer cargo de su obra. Además de ser muy costosa en términos prácticos, el mundo cultural chileno estaba en su peor momento. Se vivía en medio del miedo y todo estaba bajo la sombra de la censura. En estas condiciones, si Juan Luis no hacia algo, La Nueva Novela estaba destinada a ser vista sólo por los más cercanos al artista, para luego volver a ser guardada en un cajón de recuerdos.