Elvira Hernández: Estamos rodeados de muerte

[Número 28 – 2014]

Elvira Hernández, cuyo nombre civil es María Teresa Adriasola (1951), es poeta, autora de ¡Arre! Halley ¡Arre!, Santiago Waria, Cuaderno de deportes, entre otros. Escribió La bandera de Chile en 1981, poco después de haber estado detenida en un cuartel de la CNI. La versión mimeografiada de esta obra comenzó a circular hacia 1987 en los espacios de resistencia a la dictadura y se publicó oficial y tardíamente en 1991. La presente entrevista se realizó un día viernes a las 8 de la mañana del 2014.

ANIMALES

Nací en Lebu y todavía tengo una conexión con ese lugar del que poco queda, que hace siete u ocho años cambió, mutó de manera brutal. Las desapariciones empiezan a ocurrir como una cuestión habitual. Una persona que sale a comprar y no vuelve. Chicos que salen en bicicleta y desaparecen hasta que encuentran los restos en un lugar donde no había nada y luego hay un cadáver o lo que queda de él.

Retengo muchas cosas, tengo una memoria que sólo supera Dalí, que tenía memoria intrauterina, según decía. Y recuerdo, siendo muy chiquita, haber salido de Lebu hacia algún lugar en un tren que descarriló. Recuerdo el monorriel y la curva y cómo se bajaban todos y mientras los hombres cargaban el vagón para volver a establecerlo, los niños teníamos que mantenernos tomados de las manos porque estábamos en medio de la selva de Nahuelbuta, rodeados por la selva, y si alguien se metía ahí luego no lo podíamos encontrar. Tempranamente tuve ese contacto con la naturaleza exuberante. Hoy tú miras y no sabes dónde algo se termina, nada te enfrenta, es todo plano. Durante esa misma época recuerdo ir caminando por la plaza de Lebu y encontrarme un pescado muerto que alguien había tirado a la pileta y flotaba en el agua. Recuerdo haber agarrado el pescado, que debe haber sido una corvina, y habérmelo llevado. Cuando llegué a mi casa, muy sucia con el pescado en brazos, me dijeron que estaba muerto y que había que botarlo. La falta de mayor explicación hace que tú te preguntes cómo es posible que algo como eso se tenga que botar a la basura, que ya no tenga ningún destino. Siempre me sentí muy parte de todo eso como algo distinto a lo que te enseña el catolicismo con su posición del ser humano que domina la tierra. Y ya como depredadores llegamos a una de las cuestiones más atroces que hemos oficializado, la industrialización del animal. Sentimos que nos diferenciamos del animal manejando una razón, que si uno observa con atención, termina siendo muy poco razonable y que a veces se moteja cuando alguien hace una barbaridad y se dice: ¡pero qué animal! La criminalidad es una cosa humana, el animal no actúa en ese ámbito. La domesticación está muy cerca de la esclavitud y el ser humano es muy proclive a ese tipo de relación. Creo que el colectivo, cualquiera que sea, tiene la facultad y el deber de morigerar ese tipo de actos. Pero bueno, vivimos en un mundo totalmente desacralizado, donde la ciencia ha validado dispositivos como las granjas, donde se meten animales en espacios mínimos y se les mantiene con vida sin permitirles algo natural como la misma muerte. La domesticación tiene un grado de ferocidad que pareciera no transmitir y que es puro beneficio personal. Y eso incluye a las mascotas, que están tan de moda.

LA MUJER TARDÍA

No recuerdo, en mi experiencia, haber tenido algún tipo de propósito nítido con respecto a lo que escribía. Cuando se hacen poéticas, ese pie forzado donde uno quisiera que lo que escribe fuera aquello, difícilmente se consigue algo. Es más bien al revés, porque en el contexto de mi generación, marcada durante una dictadura, la palabra está bajo censura. Uno se encuentra leyendo a los clásicos y mientras escribe surge la pregunta de qué voy a escribir en estas condiciones.

Durante mi niñez tuve la idea de un mundo muy polarizado, recuerdo cuando se hacían fiestas y las mujeres se reunían en un rincón y los hombres en otro. Cuando me acercaba al lado masculino escuchaba conversaciones que para mí eran totalmente desconocidas, que no tenían nada que ver con lo que escuchaba entre mujeres, y me di cuenta de la construcción de estos mundos tan distintos. Luego, cuando los hombres me veían ahí, me tomaban y me devolvían al que era mi lugar. Cuando entré a estudiar filosofía, que era un lugar muy masculino, las pocas mujeres que habíamos éramos vistas con clemencia porque se supone que no participábamos de las grandes discusiones. Entonces, siempre me he sentido en un mundo dividido en dos, y yo estoy en un lado con el cual me siento muy cercana esencialmente pero que en términos de construcción es invisible. Unir estos dos mundos a nivel de lenguaje es absurdo e inentendible, provoca esa sensación. Entonces, me he visto con una inclinación natural a no percibirse en el momento de la escritura, porque en esa experiencia concurren muchas cosas de las cuales uno no es consciente, y creo haberme deslizado, estando emocionalmente en mi posición de mujer, a ese espacio público y cívico que es masculino, un espacio al que la mujer llegó bien tardíamente. Las expresiones literarias burguesas, femeninas, tienen una connotación que puede ser muy interesante a nivel cultural pero que en el espacio político no entran. Aunque eso ha ido cambiando y ahora las condiciones son distintas.

CERTEZAS

Cuando se produce el golpe, nuestra sociedad queda muy al desnudo, en un estado precario de sobrevivencia y de mucha pobreza espiritual e intelectual. Una miseria que se puede intuir al leer ese libro, editado hace poco, de cartas de Enrique Lihn a Pedro Lastra (Querido Pedro). La reacción a ese libro fue de mucha decepción porque se esperaba un gran abanico de ideas y en vez de eso aparece más bien una ausencia, una urgencia por trabajo, por tratar de salir del país o básicamente por sobrevivir de la manera más digna posible. Y cito esto porque esas cartas son una pequeña radiografía del momento, donde ciertas preguntas que uno se hacía en busca de certezas y horizontes, sencillamente desaparecieron. Nos costó salir de la estupefacción y personalmente creo que me demoré un par de años en darme cuenta que la posibilidad de cambio en el país había sido derrotada. Eso es una cuestión que duele porque es tener que volver a definirse, ver cómo se sigue adelante y qué se hace con uno. En un tiempo anterior nosotros nos sentíamos muy latinoamericanos y toda esa cuestión tuvo que cambiar, el país se cerró en sí mismo y eso significó un oscurantismo temporal. Yo estuve en un lugar más o menos privilegiado, en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile, donde se podían discutir ciertas cosas. Ese lugar fue un microclima que permitió, en lo personal, crearme un espacio donde poder volver a mis preguntas e intentar salir del atolladero. Quizá recién ahí descubrí algunas cosas básicas como que las cerezas no son universales, que construimos realidades distintas, individuales. Y esto es algo muy chocante para alguien que tuvo la idea de construir una realidad común con el otro.

DEJARSE PENETRAR POR UN LENGUAJE

El lenguaje o la palabra tienen algo, un sustrato que arrastra un material inconsciente, histórico, psiquiátrico. A partir de esto nunca fui partidaria de una poesía comprometida, como se decía en la época que era estudiante. Yo encontraba que ese adjetivo estaba de más, porque pensaba que el poder dejarse penetrar por un lenguaje que fuera honesto ya era suficiente compromiso, el sólo dejar que esa palabra pudiera hablar. Es ahí cuando el lenguaje logra decir algo, cuando ha penetrado regiones que estarían en el olvido, sin ese esfuerzo. Creo que en ese momento podemos distanciarnos un poco del fracaso y el lenguaje logra algo cercano a lo colectivo, sale del individuo y roza una cuestión que es real. Porque según como entiendo la poesía, el sujeto poco tiene que decir en términos personales, sólo dirá algo en la medida que el significado se transmita al lector o que algo se transmita, se rebalse ese borde subjetivo oara entrar en un terreno insterdujeto que se hacerca el colectivo. Porque nuestro lenguaje tiene aciertos maravillosos y pienso, por ejemplo, en la expresión: “se mandó las porciones”. No sé cómo podría traducirse eso pero lo entiendo como un recorrido lingüídsitco de nuestro pueblo, que es magnífico.

O en la traducción, es interesante cómo otra lengua te permite situarte en la tuya. Muchos dicen que Huidobro pulió nuestro castellano, afrancesándolo, haciéndolo avanzar hasta tomar conciencia de su propio mundo. Casi la mayoría de los mapuches son bilingües, lo que no somos bilingües somos nosotros, La poesía mapuche es un nicho bien interesante, poco explorado habiendo muchísimos poetas mapuches.

EL ESPÍRITU DEL EMPRENDIMIENTO

Siempre pensé que el período dictatorial iba a ser el más difícil de vivir, también desde un punto de vista literario. Después me di cuenta que no era así. Los primeros tiempos postdictatoriales fueron muy confusos, todo aquello que se había trabajado, todos los caminos que se habían explorado, toda esa experiencia, fue sofrenada. El desarrollo de las cosas se dio en términos muy contenidos que terminaron por disipar todas las energías. La idea de poder construir una sociedad más amable para todos no ocurrió y todo se volvió nebuloso. En época de dictadura había una cierta nitidez que hacía que la gente convergiera en lugares muy precisos. EN cambio, en este nuevo período, todo pierde su forma y se vuelve muy tramposo. Hay un gran desmovilización vital. Me parece que el ser humano suele ser llamado a trasladarse a esos lugares íntimos donde siente que es donde tiene que estar, y en ese periodo postdictatorial no lográbamos transitar hacia ningún lado, estábamos en un estatismo, en una abulia y una conformidad tremenda. Y sobre todo creo que estábamos viviendo el aposentamiento de nuestra individualidad. Al respecto, creo que el sistema en el cual vivimos hizo un gran trabajo previo que puede verse durante las catástrofes, por ejemplo, cuando alguien cree que la salvación es solamente individual.

Acá, en este barrio, Vitacura, en este sector que se volvió exclusivo durante la dictadura, pude ver, durante el terremoto a personas comprando toda el agua mineral que había en el supermercado corrían y se llevaban todos los bidones de agua que pudieran sin importar la enorme cola de gente queriendo lo mismo. También en una farmacia de acá, cuando pasó todo eso de la gripe porcina, pude ver cómo llegaba uno con su chequera y pedía que le dieran todas las vacunas del local, para su familia y sus amigos. Eso es algo que ha proliferado, que ha enseñado y se ha aprendido muy bien, donde el espíritu está puesto en eso que se llama emprendimiento. En otra época yo conocí algo que se llamó cooperativismo, una cuestión que hoy parece irreal.

CIUDAD

La ciudad es nuestro lugar común, un lugar sujeto en demasía a la restricción, un espacio que se ha convertido en pura violencia. Yo soy usuaria de buses y metro donde todo el tiempo observo el tipo de violencia ejercida. Pareciera que siempre me encuentro con cosas y debe ser porque además camino mucho, pero cuando tú ves a un tipo que sale encorbatado de una oficina en Providencia y le roba un dulce a alguien que vende un carrito, no puedes dejar de pensar en ese grado de agresividad enorme, en ese tipo que está pensando “a este huevón me lo cago”. En el metro he visto cosas atroces. Entre la gente, cuando vamos todos hacinados, “no me toques y si me tocas te parto la cara”. En un bus, cerca de Estación Central, vi a una mujer que se sentía mal, botada en el suelo, y todos gritaban “no importa, queremos llegar”. Era una horda, y la mujer en el piso del bus con todos pidiendo que la bajaran rápido porque el bus estaba detenido. Bueno, muchos también decían “no sean animales”, pero esos no son animales, eso es el humano y su ferocidad que es otra cosa, una ferocidad cruzada con algo que es netamente humano y que desata su brutalidad cuando ha de ser posible. NIngún animal te tortura. Eso construimos y lo hemos llamado civilización. Pensemos en nuestro sistema de aprendizaje, yo no pasé por esto de que te hagan exámenes para entrar a kínder o lo que sea, y veo que a los niños les están haciendo eso, los están midiendo a cada rato. Tú no puedes estar midiendo a un ser humano todo el tiempo para saber si rinde o no, para saber si es un animal afín o no a lo que hemos construido.

ACCIDENTES

Estamos rodeados de muerte, eso es algo muy patente para mí, al menos desde que encontré ese pescado tirado en la pileta. A veces me pregunto por qué todavía no me he muerto porque a la vez hemos construido una vida llena de accidentes. El accidente, cuyo significado nos dice que no ocurre permanentemente, descubrimos que sí lo es, que así ocurre, que la vida es muy frágil y se ha subsanado con seguros bancarios, de manera pecuniaria. Se intenta borrar la muerte desde todo punto de vista, enmascararla, que no se sienta, hacerla desaparecer del discurso, al margen de las creencias que podamos tener en otra vida porque esta pareciera que va al desperdicio. Para algunos da lo mismo porque tienen el consuelo de la trascendencia y para aquellos que no creen parece también haber perdido valor, dejándonos en un lugar muy degradado donde la muerte se enmascara pero sigue siendo lo único real.

NEOVANGUARDIA

La poesía tiene un grado de experimentación sin considerarse a sí misma como vanguardista. Si bien dentro de lo que yo hago es probable que haya experimentación, nunca lo he vivido, en el hacer, de esa manera. La escritura es algo muy pulsional, con movimientos que son del tipo vegetativo, como algo inmanente, automático, inconsciente. En algún momento dije que no había que ser absolutamente moderna porque me siento más como un espíritu antiguo que no tiene metas a alcanzar. No me he propuesto nada de ese tipo de cosas que se me atribuyen, de hacer algo extraordinariamente distinto. Cuando comencé a escribir, mi único deseo era conocer la poesía chilena de la cual habíamos sido aislados y nada más.

Hoy las vanguardias están concebidas de otra manera, quizás muy distinta a como se concibieron las vanguardias históricas, que eran de ruptura con todo lo anterior. Pero yo tengo una idea muy diferente del hacer poético, no como algo rompedor, sino más bien cómo vivir asistemáticamente dentro de la cotidianeidad. Además, comparto plenamente lo que decía Gonzalo Millán en su rechazo a la idea de replicar en arte lo que nos impuso la dictadura, la idea de romper con la tradición, la idea de avanzada, del borrón y cuenta nueva. Millán sacó una revista que se llamaba El espíritu del valle, que significa recoger las aguas que vienen de todos lados. La tradición es como nuestro material genético porque nosotros también somos pasado. Esa clasificación que suelen ponerme como neovanguardista no sé de dónde salió y no la comparto para nada.

PUBLICACIONES

El año 87 se organizó un encuentro internacional de escritoras, que se hizo en Chile porque las mujeres que escribían se sentían poco valoradas, hablo fuera de ellas porque en ese momento no escribía oficialmente, y necesitaban hacer visible su situación. Participé y creo que me sirvió de catalizador para poder organizarme. Escribí un texto que no publiqué nunca, cuestión que espero hacer pronto. Con esto voy a que cada publicación tiene sus circunstancias y no tengo ninguna urgencia en publicar. La dimensión pública del escritor y sus obligaciones es algo muy nuevo para mí. Antes uno era escritor en su casa, esa otra dimensión estaba esfumada y me parece que era muy difícil de vivir, además. Hoy es una realidad más visible, a pesar de que siento la literatura y la poesía, principalmente, desde un lugar marginal dentro de las manifestaciones culturales, porque la palabra tiene una incidencia muy alta y muy exigente que a esta sociedad no le conviene. Es preferible pasar la tarde en una exposición de pintura que ponerse a leer algo donde te estén diciendo, interpelando directamente.

Antes todo funcionaba en un espacio muy nimbado donde sólo podían llegar dos o tres ahora parece un espacio de trabajo más abierto que le compete a escritores, editores y lectores. Aún así, creo que es insuficiente, que se debe desarmar ese tramado, con especialistas de por medio también, no los quiero dejar fuera. Es un poco penoso que sigan saliendo libros que no son comentados. Piensa que no tenemos prensa, cómo vamos a debatir. Si tú quieres desarrollar una situación como problema los medios entrevistan a las partes interesadas y el lector no logra saber de qué se está hablando, sólo le permite conocer las posiciones al respecto sin dar cuenta del fenómeno mismo. En literatura es igual, aparece el libro y ahí queda. Cada libro debería tener obligatoriamente una reseña, una lectura escrita por así decirlo y eso no ocurre. Se escribe poesía, se escribe ensayo y cuando uno va a otro lado no quieren saber qué es lo que está pasando en la poesía chilena. No sé si aparte de Nain Nómez se está escribiendo algo que entregue una visión de lo que ocurre. Esa debería ser nuestra obligación pero tenemos pocos canales para hacerlo y enterarnos. Yo diría que casi el único lugar convocante que queda son las universidades, ustedes, que son parte del indicador de lo que está ocurriendo.

SILENCIO

La poesía chilena tiene una gran potencia y un acervo que desconocemos. En otro lugar esto sería un hervidero de actividad, en cambio funcionamos a grados mínimos porque ignoramos. Por otro lado, la ignorancia no suele ser otra cosa distinta al temor. Carecemos, además, de una vocación por el debate, nos aterroriza. Por favor no vuelvan a proponer esa idea, que aquí no se quiere debatir sobre nada. Y cuesta hablar porque cuesta escuchar, ponerse en el lugar del otro con este individualismo feroz. Por qué me voy a tener que poner en el pellejo del otro si mi piel es suficientemente importante para no salir nunca de ahí. En un debate se deben decir cosas que a lo mejor no queremos escuchar, puede que sea algo muy desagradable, pero bueno, llegamos a este punto en que nos volvimos desagradables y hemos tenido que funcionar metiendo todo debajo de la alfombra.

En esto mucho tiene que ver el silencio, que te da la posibilidad de reflexión. Como dice Heidegger, hay una palabrería con la cual no podemos hacer nada, una palabrería ambiente que es chatarra, puro enmascaramiento, ese tipo de murmullo interminable que todos conocemos. Y la poesía es una manera de quitarse eso, de llegar a ciertas palabras esenciales que necesitamos, porque yo creo que necesitamos esas palabras, lo pienso como una necesidad, no entiendo otra forma de quitarse la cáscara que no sea la necesidad.