Juan Radrigán: De la marginalidad al escenario

Esta historia comienza en 1937 en Antofagasta, durante la época del gobierno de Arturo Alessandri, las migraciones campo ciudad, las brechas de clase insalvables, la crisis económica de posguerra y el declive de la sobreexplotación laboral. Un 20 de enero nace Juan Radrigán, hijo de un mecánico y una profesora de las salitreras, quienes deciden mudarse a Santiago en búsqueda de mejores oportunidades a los dos años recién cumplidos del bebé. Nunca pudo ir al colegio, tenía que cargar en la Vega, o trabajar en una biblioteca, o incluso lustrarle los zapatos a las personas que tenían más plata que él a cambio de unos cuantos pesos. Daba igual la pega, daba igual cuánto le pagaran, tenía que trabajar y llevar pan a la mesa para ayudar a sus papás. Era un niño curioso, le encantaba aprender, por lo que de todos sus trabajos (o como a él le gustaba llamarlos, actividades) el que más le gustaba era el de librero, decía que era lo más cercano que había tenido a estar en una escuela; eso, junto a las enseñanzas que les otorgó su madre tanto a él como a sus tres hermanos, le permitió leer y escribir a una corta edad.

Los años pasaron y las precariedades continuaron. Sus esperanzas de poder ir a un colegio y estudiar como los demás niños de su edad se vieron aplastadas por la falta de dinero. Siguió trabajando en lo que caía, haciendo pololos, favores, o encargos, pero a pesar de todo, la gran inquietud de Radrigán por aprender no se calmaba. Después del trabajo solía pasarse a la biblioteca, donde leyó ávidamente cada libro en cuanto caía en sus manos. Si bien nunca se quejó con sus padres, siempre le consternó la vida que él y su familia llevaban, por lo que los libros fueron su escapatoria. A la lectura pronto se le sumó la escritura: a los doce años comenzó a escribir poemas y cuentos cortos, los cuales posteriormente serían publicados. Pese a su corta edad, Radrigán ya tenía alma de poeta.

Su primer acercamiento a la literatura fue la publicación de sus cuentos en diversos boletines y diarios de Antofagasta bajo el seudónimo de Vicente López Juan. Posteriormente se transformaría en uno de los fundadores del Centro de Escritores Inéditos y dirigió la revista Los vencidos ya no creen en Dios. En 1962 se le dio la posibilidad de publicar un pequeño compilado junto a otros escritores, 4 autores y sus cuentos, en el que estaban sus relatos “La felicidad de los García” y “El extraño camino al polvo”. Sin embargo, paralelamente continuó trabajando de manera individual. Le gustaba escribir para sí mismo, el ejercicio seguía siendo una escapatoria y un fuerte método de relajo, aunque eventualmente terminaría enviando sus trabajos a editoriales, lo cual dio como resultado que ese mismo año publicara sus primeras obras independientes llamadas Los vencidos no creen en Dios y El vino de la cobardía. Esta última anunció su estilo literario posterior, al tratarse de tres hombres desempleados que se refugian en una bodega abandonada para beber y compartir sus problemas y frustraciones. De aquí en adelante la literatura de Juan Radrigán se caracteriza por tocar problemáticas que vivió a lo largo de su vida, como el desempleo, que los acompañó tanto a él como a sus padres y hermanos desde que tuvo uso de conciencia, teniendo como consecuencias la pobreza y la marginación social.

Todo iba en ascenso: logró ser publicado de manera independiente y por fin fue reconocido como escritor. 1973 parecía ser un gran año para su carrera, pero el 11 de septiembre ocurrió el golpe de Estado en Chile, y lo que parecía ser el inicio de una gran trayectoria quedó en pausa mucho antes de siquiera empezar. Durante estos años tuvo que volver al punto de partida, a ser librero, vendedor en una tienda o envasador, tomaba el trabajo que fuera con tal de sobrevivir. Fue como retroceder de una vez todo lo que le había costado avanzar. Sin embargo, Radrigán era un hombre obstinado y no se dejó vencer. Prefirió ver esto como un contratiempo, como un reto o una prueba, no le iba a impedir seguir escribiendo incluso si era de manera subterránea y difícil de sostener, por lo que en 1975 retomó su carrera literaria con un poemario llamado El día de los muros.

Aburrido y con ganas de experimentar otros géneros, en 1979 escribe su primera obra teatral, Testimonios de las muertes de Sabina, la cual sería montada por el Teatro del Ángel en Santiago, para luego llegar a más ciudades de Chile y, tal como quería Radrigán, a lugares periféricos, representada por profesionales y aficionados en sindicatos, poblaciones y escuelas. De aquí en adelante, su carrera tomó un giro: se enfocó arduamente en el teatro y estrenó algunas obras que se hicieron cada vez más conocidas, como Las brutas, Hechos consumados y El toro por las astas, la ópera El encuentramiento o el musical Amores de cantina, las cuales lo llevarían a realizar giras por países europeos y latinoamericanos, presentándose en diversos festivales de teatro.

El 5 de septiembre de 2011 recibió el Premio Nacional de las Artes de la Representación y Audiovisuales de Chile, considerado como el mayor reconocimiento para un dramaturgo en nuestro país. Radrigán se encontraba en el punto más alto de su carrera, por fin comenzó a ver los frutos de su trabajo que tanto le costó obtener, pero ese mismo año empezó su lucha contra el cáncer de pulmón, que lo acompañó hasta el mediodía del 16 de octubre de 2016, cuando a los 79 años de edad dejó el mundo terrenal, el literario y el teatral.

Juan Radrigán fue uno de los más grandes exponentes del teatro nacional chileno: dejó un enorme legado en la dramaturgia y transformó su vida llena de precariedades, carencias económicas y sobreexplotación laboral, en obras de arte. En varias entrevistas afirmó que el tema tocado en su trabajo fue siempre el mismo, la marginalidad, una marginalidad no solo material, sino más bien existencial. “Siempre he vivido con ellos y los quiero a concho”, decía de quienes inspiraron a sus personajes; los conoció por dentro y no necesitaba investigar los lugares marginales para escribir sobre ellos, porque él mismo venía de ahí.