Quema carne

Los bomberos ya habían logrado apagar el fuego. El prostíbulo se encontraba destrozado. Solo sobrevivían entre las cenizas los altos tubos que usaban las chicas para bailar el caño sobre las tarimas y las habitaciones en donde se realizaban los privados, a los que casi por estrategia Constanza no les había chorreado bencina.

En el suelo de uno de los cuartos se encontraba el cuerpo desnudo y sin vida de la joven responsable del incendio, con un sobre en la mano que tenía escrito: “Para Andrea”.

La PDI no le entregó el sobre a Andrea de inmediato, quien se encontraba a las afueras del lugar con un rosario en la mano. Le dijeron que debían leer primero el contenido de la carta por protocolo de seguridad. Andrea lloraba mientras era interrogada por el subcomisario.

—¿Qué era usted de Constanza? —le preguntó.

—Su pareja —contestó Andrea.

—¿Usted trabajaba aquí también?

—Sí.

La carta nunca llegó a manos de Andrea. La retuvieron para realizar la investigación del caso a pesar de todos los alegatos que esta realizó.

Las últimas palabras que escribió Constanza decían lo siguiente:

Querido amor de mi vida:

Discúlpame por dejarte sola, pero debes ser tú quien les comunique lo último que tengo para decir. Quiero que cuando encuentren mi cuerpo desnudo y tirado en los privados les digas que lo hice por ellos. Que cuando me encuentre completamente inconsciente y mi alma se haya ido quizás dónde, se los regalo. Ahora pueden profanar mi cuerpo como ellos quieran. Como siempre quisieron. Diles que ya nadie me va a tener que obligar y que va a parecer que lo gozo. Y que como ellos siempre me decían: solo debo dejar de pensar y que la carne goce. Diles que ahora se sirvan de mi carne. Ahora es más exquisita porque es la carne mía y la carne de Cristo. Estoy junto a Él. Dile a las chicas que quemé el night club porque a pesar de que sé que seguirán en el rubro, me llevo con el humo del fuego todos sus gritos y llantos, y sus sueños de quemarse la carne viva mientras soportaban a un hombre disfrutándolas. Esta es mi muestra más profunda de amor.

Y perdóname Andrea, pero debes saber que no solo estoy al lado de Cristo, sino también junto al bebé que esperaba de no sé qué cliente, porque tú sabes cómo son estas cosas. Uno de los tantos me embarazó. Pero quiero que les digas que Cristo me dijo al oído que les repitieras estas palabras: Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre envenenada por todas las veces que tuve que callar cuando quería gritarles que dejaran de tocarme. Ahora beban y coman de mi cuerpo, y derrámenlo por ustedes y por todos los hombres para el perdón de los pecados.