Bruno Vidal: ¡Rompan filas!

[Número 3 – 2003/2004]

El nombre de Bruno Vidal no deja a nadie indiferente en el ambiente literario chileno. Ha llegado a convertirse en un personaje de ribetes casi místicos: su mención provoca miradas y risillas especiales, comentarios irónicos, animosidades, recelos, pero cuando llega el turno de hablar de su obra, se lo deja “por los cachos de la luna”, ocupando las palabras del poeta Claudio Bertoni. 

¿Entonces, quién es Bruno Vidal? Es, en primer lugar, el pseudónimo de José Maximiliano Díaz Gonzáles, un abogado de 46 años que prepara a jóvenes estudiantes de leyes para dar su examen de grado. Es, también, el autor de Arte marcial, su único libro publicado hasta la fecha, título que rima perfectamente con Bruno Vidal, lo que podría explicarse en parte la elección del pseudónimo. Su obra está emparentada, en alguna medida, con la de Diego Maquieira, Rodrigo Lira, José Ángel Cuevas y Elvira Hernández, entre otros. El narrador y editor, Germán Marín, calificó a ésta como una de las más importantes de la década de los noventa, y el crítico Álvaro Bisama señala que “Arte marcial es un libro que confirma lo obvio: Vidal es un gran poeta, pero un poeta desquiciado. El suyo es un libro de culto para lectores adictos a los deportes extremos. Un viaje alucinante respecto al lenguaje del poder. Vidal indaga mejor y más profundamente el tema que Zurita, del que se alza como un reflejo oscuro. Es como Gonzalo Vial en ácido, más radical aún, en pasta base. O como si Pompier de Lihn se dedicara a mandar un regimiento: una labor inútil, desesperada, reaccionaria, pero profundamente elegante, simbólica e inevitable”. 

Por otra parte, el académico Federico Shopf advierte que Arte marcial es un libro inasimilable por la cultura oficial y que, aún cuando hubiese tenido una recepción mayor, no necesariamente tendría reconocimiento oficial, porque lo que él poetiza es lo que los regímenes  dictatoriales ocultan. “No va a llegar a alcanzar el canon de los poetas chilenos, porque es un libro incómodo en cualquier lugar que se sitúe, porque exalta la tortura y la violencia. Entonces digamos que es un libro situado en lo inaceptable. Pero ese es parte de su valor”. 

La prehistoria de Vidal como poeta comienza en 1987, cuando aparecen sus primeros poemas en el libro 16 poetas chilenos, antología elaborada por Erwin Díaz. En Préprologo de ella, Enrique Lihn menciona a Vidal como el desconocido ganador del concurso de poesía de la Editorial Sin Fronteras. Y anota respecto a sus poemas: “Su trabajo volado y riguroso se sienta en el piano de las palabras haciéndolo sonar en el buen sentido de la expresión, lo que llama la atención”. 

Las palabras de Lihn tuvieron cierto carácter profético, ya que Vidal no ha pasado desapercibido. En parte porque es un sujeto raro que se mueve al borde de un conservadurismo extremo, casi fundamentalista, y de la relevancia más aterradora. Es, en ocasiones, una persona muy correcta y formal, pero de pronto sale de su madre y se lanza por el tobogán del delirio. Se ha declarado el último pinochetista en Chile, no obstante en septiembre de este año se le pudo ver en un recital poético en homenaje a Salvador Allende, revelando una clara intención de producir escándalo. 

Arte marcial fue publicado en 1991 por la editorial Carlos Porter y lo diseñó el artista visual Carlos Altamirano. Al poco tiempo de aparecer, provocó un peculiar impacto en el reducido núcleo del mundo literario chileno. La crítica, sin embargo, no materializó dicho interés, y fueron muy pocos los que se atrevieron a comentar el libro, entre ellos destacan, Adriana Valés y Soledad Bianchi. Esta ausencia de lectores con peso crítico se debió, en gran medida, a lo temerario de la respuesta de Vidal, quien, como ya se dijo, abandona las reglas de lo políticamente correcto para enarbolar una estética que refiere a la violencia, tanto en el lenguaje, como en la vida, legitimando el horror de manera literaria. A pesar de esto, poetas destacados como Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni y Roberto Merino celebraron la publicación. 

Sin embargo, Arte marcial continúa hoy siendo un libro gravitante. Y esto no debe simplemente al mito o la ferocidad de la forma y fondo del libro, lo que ya sería suficiente. Además, de estos ingredientes, el volumen tiene pertinencia como documento de víctimas y victimarios, vencidos y vencedores. Lo que le da una categoría de poesía situada, histórica. También se puede notar en la lectura de Arte marcial como un libro revolucionario y provocador, en todos los sentidos de estas palabras puedan tener. Entonces no es apresurado concluir que su frase inicial, ¡Rompan Filas!, es una orden tajante y vidente cuya intención es alterar las cuadrillas culturales de la patria.