Juan Carlos Cortés es el fundador y director de Abducción, una editorial independiente que a través de su enfoque precursor se ha encargado de difundir la literatura oriental en Chile. Dentro de su catálogo, uno de los autores más importantes es el japonés Ryū Murakami (Nagasaki, 1952), autor de novelas como Audición o Sopa de miso y el libro de cuentos Decadencia de Tokio. Su narrativa es grotesca e inquietante, capaz de adentrarse en los deseos más profundos de una sociedad que vive enmascarada y, así, dar cuenta como pocos del lado B de su propia cultura.
Un buen ejemplo de su estilo es Piercing, una novela recientemente publicada por Abducción. Esta obra nos invita al mundo de Kawashima, un hombre que lleva una vida tranquila y perfecta, pero que esconde un secreto perturbador: un deseo asesino no deja de atormentarlo. Cada noche, cuando su esposa se encuentra dormida, toma un picahielos y se para junto a la cuna de su hija, luchando contra sus ganas de matarla. Para evitar un desenlace desastroso, Kawashima decide tomar unas vacaciones. En este viaje conoce a Chiaki, una prostituta que lo ayuda a descubrir el origen de su voluntad asesina.
Justo tras la publicación de Piercing, J. C. Cortés me concedió esta entrevista en la que hablamos de su editorial, de traducción, de esta novela y, sobre todo, de Ryū Murakami.
¿Cómo comenzó el proyecto de Abducción?
Partió el 2014, ya que tenía la inquietud de hacer una editorial y ser editor. Antes había tenido algunas experiencias trabajando en otros lugares, donde me tocaba editar libros del horóscopo, de fútbol y también de comedia, pero lo que yo quería era editar literatura. Nunca me interesó trabajar con algo ajeno a la literatura, por lo que, en vez de darle mis ideas a alguien más, decidí empezar a hacerlas yo.
¿Fue difícil?
Sí, fue complejo. Empecé el proyecto con nueve amigos, pero han pasado nueve años y no queda ninguno. Con el tiempo hemos tenido una rotación alta de personal. Ahora la editorial es una empresa, existe un contrato de por medio, es mucho más formal. Ya en términos literarios, lo más complejo fue sacar adelante los proyectos que a nosotros nos interesaban. Desde el principio nos atraía la idea de trabajar con autores extranjeros. Partimos con el argentino Santiago Ambao, que es muy bueno, pero lamentablemente el alcance que tenía Abducción en ese entonces no permitió que este proyecto funcionara. Luego lo intentamos con un colombiano, Rafael Chaparro, que al ser ya una figura medio mítica tuvo mejor recibimiento. En paralelo a esto, yo me puse a traducir. Partí con Lovecraft y entendí que la traducción tenía un valor porque, en conjunto con su escasez, notamos que a la gente le interesaba muchísimo la lectura de traducciones que no estuvieran en el español de España.
Ahora que mencionas la traducción, ¿cómo llegaron a Ryū Murakami?
Bueno, Ryū ha sido mi autor favorito desde hace muchos años y siempre lo tuve en mente, pero fue en el 2018 cuando le escribí a su agente. Esto fue sumamente difícil porque a Ryū Murakami lo representa Andrew Wylie, que es un agente literario conocido como el chacal.
¿Por qué?
Porque cobra muy caro, es muy comerciante. De hecho, cuando Bolaño pasó de Anagrama a Penguin, fue porque su esposa le vendió los derechos a Wylie. El punto es que estuve varios años escribiéndole a sus trabajadores, hasta que después de un tiempo, en el que por alguna razón nadie tomó a Ryū para trabajar en español, me dijeron que lo tomara. Al comienzo pagué muy poco porque solamente pensábamos imprimir quinientos ejemplares. Partí con Audición, pero cada año pido dos libros para ampliar el catálogo. Este año nos comunicaron que por primera vez había una editorial española que estaba interesada en trabajar con Ryū, lo que al principio nos complicó, pero logramos mantener los derechos para Latinoamérica. Fue un alivio porque, para Abducción, Ryū es súper importante. Cada vez que queremos negociar con agentes japoneses parto diciendo que tengo a Ryū Murakami. Nos facilita todo, ahora nos prestan atención más rápido.
¿Qué le depara a la editorial? ¿Van a seguir en la misma línea? ¿O planean cambiar de rumbo?
Bueno, a mí me pasa que, como la gente ya nos reconoce por la literatura japonesa, no quiero romper esa línea, porque además es mi literatura favorita. Pero tampoco quiero encerrarme, porque creo que existen muchos libros que poseen el espíritu de nuestra editorial. Por ejemplo, hace un tiempo me preguntaron por El extranjero de Camus, que se encuentra en la línea de Osamu Dazai e Indigno de ser humano. Ahí también se me viene a la mente por qué no sacar Memorias del subsuelo de Dostoievski. Entonces, creo que, si bien Japón sigue siendo la conexión principal, publicamos lo que nos gusta, y ya estamos trabajando con traducciones de otras lenguas.
En cuanto al ejercicio de traducir, ¿qué tan complejo fue para ti? ¿Lo haces directamente desde el japonés? ¿Cómo es el proceso en general?
Para mí traducir es lo más divertido del mundo, porque es como escribir, pero con alguien dándote indicaciones. Audición, por ejemplo, lo traduje desde el inglés. En ese entonces mi japonés aún no era lo suficientemente bueno como para construir un trabajo completo, pero desde esa época he estado practicando y ahora creo que tengo la capacidad para hacerlo.
De todos sus títulos, ¿cuáles están traducidos directamente del japonés?
Sopa de miso y Piercing. El primero lo traduje yo, pero el segundo es un trabajo de Ana Lima. El resto son traducciones desde el inglés. En el caso de Ana, era una traducción que publicaron en España; lo que nosotros hicimos fue editarla y convertirla al español latinoamericano.
Al momento de enfrentarse a la narrativa de Ryū Murakami desde la traducción, ya sea del inglés o del japonés, ¿qué desafíos te encontraste? ¿Pierde algo en español?
Algo que me gusta de Ryū es su coloquialismo y eso se pierde un poco. Yo creo que lo ideal es leer las cosas en su idioma original, pero para acceder a la literatura universal debemos ceder a la traducción, o sea, ceder a esta pérdida. En el caso de Ryū, el ritmo, la rapidez de su escritura y los chistes que hace, son súper traducibles, así que al final no creo que se pierda tanto.
¿Cómo definirías la narrativa de Ryū Murakami?
Es un autor que se lee rápido. Para mí, esto quiere decir que es entretenido y está bien escrito. Porque, en general, cuando la lectura se hace lodosa creo es porque tiene muchos detalles superfluos o florituras que no van al caso, y Ryū no es de ese estilo, por eso me gusta. Es muy directo y bastante cinematográfico.
¿Qué lugar crees que ocupa este escritor en la literatura japonesa? ¿Es popular?
Sí, es popular. Es más, para los autores actuales de la literatura japonesa, Ryū Murakami es una eminencia. Hoy en día la literatura japonesa popular está compuesta por un gran cuerpo de escritoras, quienes han tomado las riendas: Mieko Kawakami, Banana Yoshimoto, Hiromi Kawakami, Yōko Ogawa, etc. En lo personal, a casi todas les veo una relación con Ryū. Ponte tú, Mieko partió en buena medida bajo el ala de Ryū, aludiendo al tipo de literatura que la llevaba en Japón, que tiene que ver con el lado B del país, con la visceralidad y otras facetas. Es obvio que son muy distintos, pero también tiene mucho que ver, por ejemplo, ambos relatan la pobreza y el trabajo sexual.
En ese sentido, ¿crees que Murakami es un autor que busca exponer las fallas de la sociedad japonesa?
Sin duda. De hecho, creo que tiene mucho que ver con su pasado político. En su novela que estoy traduciendo ahora explora mucho esto. Habla del año 1969, de un Japón ya ocupado por Estados Unidos y donde comienzan los primeros movimientos universitarios. Allá también había hippies y un gran movimiento de izquierda, se dieron muchos atentados y Ryū estuvo metido en todo esto. Fueron tiempos complicados culturalmente hablando: coincidió con Yukio Mishima y los intentos de golpes de Estado. Su juventud se vio marcada por esto, al igual que toda su narrativa.
Entonces su narrativa es muy política.
Claramente, pero sin pasarse al panfleto.
Posee la sutileza para denunciar sin caer en lo burdo.
Exacto, por lo mismo creo que le va tan bien. Los mismos lectores ven que las cosas que señala suceden, les pasa a ellos.
Hablando de las denuncias, ¿crees que Piercing busca denunciar el maltrato y abuso infantil en Japón?
Yo creo que es una constante en su narrativa. Por ejemplo, en los cuentos de Decadencia de Tokio casi todas las protagonistas han experimentado abusos durante su infancia. Me parece que es un aspecto al que recurre bastante.
Otro tópico muy recurrente en su obra es la prostitución, algo que se ve mucho en la literatura mundial, pero que en la japonesa parece ser muy relevante. ¿Por qué está tan presente?
Lo que pasa es que la prostitución en Japón es un arte milenario. Entonces, si bien es ilegal, la importancia del trabajo sexual en Japón es tan alta que durante la era Meiji, en el siglo XIX, las verdaderas estrellas de la sociedad japonesa eran las geishas, así que para los japoneses la prostitución es algo muy natural.
A propósito de la prostitución, en Piercing está la figura de Chiaki, que es muy compleja. ¿Por qué el piercing en su pezón funciona como un catalizador para entrar y salir de ese trance que la caracterizaba?
Bueno, para ella evidentemente era muy significativo hacerse el piercing en el pezón. Y también debemos considerar que esta novela es de 1994, en esa época no era común hacerse piercings. De hecho, en Japón todavía no están bien vistos.
Por eso no va a un local y se lo hace ella misma.
Claro. Y también es un acto de autoflagelación.
En efecto. Hay pasajes en que se lo tira y lo mueve con fuerza para sentir ese dolor, para no olvidarlo. Pero también tiene una connotación sexual. La imagen del piercing en la novela es bastante ambigua, sobre todo por el final y su relación con el título. ¿Qué opinas de esta relación?
Creo que tiene que ver con la estética de Ryū y la circularidad de su narrativa. Siempre que se menciona el título de un libro se genera un salto de serotonina, y él tiende a hacerlo en los cierres, como en la última frase del primer capítulo en Audición, o las dos páginas finales de Sopa de miso. Yo creo que busca terminar la obra con el título, ya sea literal o conceptualmente. Es intencional.
¿Te parece que Ryū Murakami entra en la corriente decadentista de algunos escritores de la posguerra en Japón? Porque, si hay algo que tienen en común estos autores, es un resentimiento hacia lo ajeno o un desprecio hacia ellos mismos. Él no vivió directamente la derrota, pero sí las consecuencias. ¿Se puede ver algo de resentimiento en su narrativa?
Sí. De hecho, si nos vamos a su biografía, podemos ver que vivió en Kyūshū, que era una zona ocupada por bases gringas. Estas bases tienen soberanía estadounidense, por lo que las leyes que ahí aplican y las costumbres son estadounidenses. En ese contexto es donde comienza su relación con las drogas, porque pese a que en Japón es muy difícil acceder a ellas, en las bases militares hay muchísimas. Así que claramente vivió las consecuencias de la ocupación.
En la literatura que nace después de la guerra, se nota una pérdida de identidad que tienen los japoneses.
Bueno, hoy en día Japón es muy gringo, es inevitable. Pero lo que a mí me parece admirable del espíritu japonés es que, pese a la ocupación y la pérdida parcial de identidad, además de ser el único país que ha recibido bombas nucleares y que también ha tenido después otros desastres nucleares, ha logrado levantarse y hasta convertirse en un país súper bacán.
Pero se puede ver un antes y un después en el carácter japonés luego de la Segunda Guerra Mundial. Se ha reemplazado la frialdad militar por un cierto sentimentalismo, una calidez peculiar en toda expresión artística.
Claro, este cambio se nota igual en el día a día. Los japoneses siguen estando ligados al deber. Ellos siempre son muy amables contigo, pero jamás te permitirían romper las reglas. Un ejemplo de esto me pasó en un aeropuerto japonés. No se pueden llevar más de 100 ml de un líquido y a mí se me había quedado una botella llena en la mochila. En cualquier otro aeropuerto, llegan y lo tiran a la basura. Pero ahí el hombre, en vez de botarlo, se disculpaba sin parar y me preguntaba constantemente si podía botarlo. Y yo pensaba: si le digo que no, él igual tiene que botarlo, no tiene sentido que me pregunte. Esta forma de plantearlo refleja el respeto que tienen los japoneses, un respeto que está por encima de todo, menos del protocolo.
Entonces, ¿tú dirías que son realmente amables? ¿O que simplemente son gente educada? En lo personal creo que se da esta diferencia. Entiendo que los japoneses no toman la iniciativa para ayudar a alguien por altruismo.
Eso es cierto, no lo hacen. De hecho, cuando estaba en el metro de Japón, iba con una amiga y vimos cómo a una anciana se le soltó el andador y nadie trató de ayudarla. Todos se quedaron mirando la situación y al final nosotros tuvimos que darle una mano. Son raros.
Esta rareza o este carácter único da espacio para conceptos sumamente ajenos a nuestra cultura, como lo son el honne y el tatemae, los deseos interiores y la fachada que las personas muestran. ¿Crees que estos son importantes en la literatura japonesa?
Por supuesto. Piensa que en Natsume Sōseki ya están. Lo puedes ver en Yo soy un gato, que muestra esta doble cara, esta hipocresía. Es algo muy cierto. Los japoneses son súper amables, pero también son súper peladores. De hecho, en un pasaje de Sopa de miso aparece una trabajadora sexual peruana que habla precisamente de esto. Dice que cuando están en grupo todos hablan mal de alguien, pero cuando te vas sabes que hablarán mal de ti también. Entonces, la calidez japonesa es bien particular. Por lo mismo, la gente que vive allá dice que Japón es genial para ir de vacaciones, pero no para vivir.
Relacionando el honne y el tatemae con los personajes de Piercing, yo me aventuraría a decir que el autor trató de advertir la futura aparición de muchos Kawashimas y muchas Chiakis en Japón. ¿Crees que existen estas personalidades hoy en día en la sociedad japonesa?
Es difícil, porque en Japón la delincuencia prácticamente no existe; no obstante, sí existen los homicidios y el acoso. Yo creo que por ahí aparecen estas personalidades, por ahí se deja salir el estrés. Tampoco diría que Japón tiene una gran cantidad de asesinatos si lo comparamos con otros países, sin embargo, me atrevería a señalar que tiene los más espectaculares, o por lo menos tiene muchos crímenes de gran fama. Allá los asesinos se hacen famosos. Hace no tanto, por ejemplo, hubo un atentado con gas sarín en el metro y Haruki Murakami escribió un libro al respecto. No fue un evento cualquiera, fue algo espectacular.
¿Crees que Ryū Murakami aborda todos los temas que hemos comentado para plantear un análisis social?
Sin duda. Ryū cumple ese rol del artista japonés, quien debe ser súper disruptivo en una sociedad donde las reglas son sagradas. Por eso le va tan bien, porque habla desde afuera.
Eso es muy curioso, porque le va bien retratando un aspecto de la sociedad que se sale de la mentalidad de colmena, pero al final su obra es consumida por lectores que siguen formando parte de esa comunidad. Es casi como un ahogo: salir de la rutina y luego volver.
Lo que pasa es que en Japón la distinción entre realidad y fantasía está súper latente. Aquí, por ejemplo, la gente dice que si mostramos tanta violencia en los videojuegos los niños se van a poner más violentos. En Japón se piensa que la fantasía se consume para no replicarla en la realidad.
Para terminar, ¿por qué te gusta Ryū Murakami?
Me gusta porque encuentro que escribe bien. Por esa agilidad y esa inteligencia que se perciben en su obra. Me encanta que sea polémico y creo que no existen autores parecidos. Me atrae la incomodidad que genera. Y valoro las cosas en las que se fija y cómo las usa para construir recursos estéticos. Ryū Murakami mezcla un poco de todo lo que me gusta.

Ficha del libro:
Piercing. Ryū Murakami, tr. Ana Lima, Abducción, 2023, 216 pp.