La emoción llevada a lo sensorial, hasta la transformación del espíritu, es lo que transmite la novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. Mónica Ojeda explora a través de su prosa lírica no solo la musicalidad, la obsesión, el abandono o la naturaleza, sino también lo que significa ser, sentir, escuchar y tocar: lo humano y lo antinatural. Representa, mediante la voz de cada personaje, el contexto sociocultural al que Ecuador se enfrenta en la actualidad y el efecto que este tiene en las juventudes; el crecer rodeado de violencia y muerte, hasta el punto de acostumbrarse a eso.
Esta historia relata el viaje de Noa y Nicole, dos mejores amigas que se escapan de sus hogares para asistir a un festival llamado “Ruido Solar”, en busca de una respuesta a las carencias en la vida de Noa. Al llegar al festival en los Andes, conocen a un grupo de jóvenes que las acompañan durante su estadía. La novela es narrada desde la perspectiva de cada uno de esos personajes, los que plasman su propia visión del mundo, el encuentro consigo mismos, la forma en que perciben la danza, el dolor, el amor, la música, el silencio, el miedo o el abandono: “La música hace presente al ausente, nos dijo, levanta a los muertos, llama a quien no está”.
Este relato se compone a través de fragmentos, desde un panorama a otro opuesto, y cuenta un viaje en que el lector hace uso de todos los sentidos. Explora lo que hay tras la ausencia y las consecuencias que esta conlleva, la ausencia del sonido y la explotación de este, lo que se ve y lo que no se puede ver, la materialización del dolor y cómo se lo enfrenta cuando ya no se puede manejar, y cómo se contienen las emociones cuando estas traspasan lo humano, como es el caso del corazón primitivo de Pamela que lleva en su vientre, el amor sobrenatural de Pedro y el encuentro con su alma gemela, y el diabluma de Mario, que contenía su furia desbordada.
La principal narradora y quien va poco a poco dándole forma a la transformación de Noa es Nicole, su mejor amiga. Esto evidencia el vínculo único que tiene con Noa, la dependencia que crea alrededor de ella con la idea de querer protegerla sin importar qué. La forma en que llevan su amistad es como un reemplazo de un lazo familiar roto: de una carencia afectiva que ambas encontraron en la otra. Sin embargo, el dolor interno que Noa no podía dejar atrás y su obsesión por la idea de reencontrarse con su padre, generó en Nicole un sentimiento de total frustración por no poder salvar a la única persona que tenía.
Todos estos integrantes del festival, huyen de su pasado repleto de muerte y violencia hacia la inmensidad del volcán, lo desconocido de la naturaleza, la fuerza de la tierra, encontrando en su camino un refugio en la música que los acoge y los guía durante un proceso de metamorfosis en el ser. Sin embargo, estos jóvenes son conscientes de que a pesar de estar tras las montañas repletas de naturaleza y música, bajo ellos hay gente que día a día muere y es olvidada. La muerte y la violencia para estos jóvenes ya era parte de su realidad, era algo innegable.
Esta narración representa la significación del baile y la música como único refugio ante la vulnerabilidad del ser humano, de la juventud desamparada, de quienes no tienen un hogar y recurren a buscarlo entre la gente, entre el calor, el viento, el silencio y el ruido. Ojeda hace palpable toda emocionalidad de forma que sumerge al lector en esta narración tan única como reconocible, pues el abandono y la soledad, la violencia y el miedo, es algo que se encuentra presente en la sociedad y sobre todo en las juventudes. Sin embargo el estilo en que esto es narrado es único: se da voz a lo que no tiene, nombre a lo que carece de esto, lo abstracto toma forma. Acá, toda contraposición tiene un espacio de similitud, y lo único totalmente real es la vida y la muerte, pero visto como lo mismo; es por esto que se decide cantar para olvidar, bailar para sentir, buscar hogar en la emoción.

Ficha del libro:
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. Mónica Ojeda, Random House, 2024, 288 pp.