Una naturaleza herida

Hay en 301/401, de la poeta Zuleta Vásquez, un entramado que es en sí mismo acción metafórica, donde se ofrecen puntos de anclaje a fragmentos de un amargo soliloquio que van circundando el intento de construir una zona, más que reinventar un contexto y un mundo, desestabilizados ambos por la pérdida paterna, por una doble negación de la mismidad y el descreimiento del amor.

Si bien, y esto ha sido lo suficientemente señalado, los textos carecen de un título, la numeración aquí no obedece al concepto de poema seriado; al contrario, cada texto cuenta con una poderosa ligazón entre principio, medio y fin que hacen la mayoría de las veces innecesario el título. Al no tratarse de textos seriados, esto no implica que algunos sean sedimentados por la seriación de los acontecimientos. Cada poema en 301/401, no termina, sino finaliza.

Se podría afirmar que la enumeración sería una forma de dar cierta continuidad a una mirada que se fracciona, y va a la deriva en torno a desarticulaciones vitales y huecos generados en la existencia. Es en estos huecos, y en los espacios intersticiales, donde la hablante se centra para extraer el secreto doloroso que encierra cada experiencia suya, puesto casi siempre este secreto como una suciedad de infancia.

Uno de los leitmotivs de 301/401 es la pérdida paterna, aquí connotada como ese acontecimiento límite que desde un pasado abierto va a fracturar la identidad de la hablante, que opta por renegar, rechazar, injuriar, el soporte de su propia mismidad, (que nos recuerda a ratos esa misma constante en textos del poeta Armando Uribe), dando lugar a que desde la reinvención de la propia identidad se recompongan, con sabiduría trágica, fragmentos de un resquebrajamiento íntimo.

Si bien la pérdida paterna hiere su comprensión de la naturaleza, deviniendo una naturaleza herida, deviniendo incluso una cultura de la herida, la hablante ya está herida desde antes, y acusa esa herida fundamental que señalaba Alejandra Pizarnik. Pizarnik “cantaba la tristeza de lo que va a nacer”, Zuleta “acusa, y recrimina, lo que nunca debió nacer”. La naturaleza está herida y es anómala para Zuleta, de ahí entonces que prácticamente en toda esta obra se refiera de modo polisimbólico a esa naturaleza anómala, ya herida, que demanda que Zuleta tome el lápiz para exhibirse parasitariamente en su propia escritura, mostrando un límite a veces infranqueable entre ella y los demás.

O bien los demás solo podemos oír los restos de ese amargo soliloquio, que se filtran desde la cólera y la contracólera, desde la negación y la doble negación, desde la pérdida interior y la pérdida exterior, desde extrañas oposiciones, asociaciones y amalgamas, las que Zuleta Vásquez pone en juego para devenir escritora como una suprametáfora de sí misma, como una suerte de hazaña amparada por el arquetipo del malditismo poético y marcadamente transida de sabiduría trágica.

Ficha del libro:
301/401. Zuleta Vásquez, Pampa Negra, 2024, 256 pp.